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Las Enseñanzas Zen del Maestro Xu Yun
Traducido por Shi Chuan Fa y < Rev. Yin Zhi Shakya
Capítulo 7 - Respiración y Postura Aunque podemos hacer muchas meditaciones mientras caminamos o trabajamos, cuando nos sentamos formalmente a meditar debemos ser cuidadosos en mantener una actitud reverente, en sentarnos y respirar correctamente. Queridos amigos, aunque pueden derivar muchos beneficios de nuestros esfuerzos, la meditación es un ejercicio espiritual, no un régimen terapéutico. No meditamos para contrarrestar alteraciones fisiológicas o para ayudarnos a hacer frente a las frustraciones del ego. Meditamos para trascender el ego-conciencia y realizar nuestro Yo Búdico. Nuestra intención es entrar en el Nirvana, no hacer más tolerable la vida en el Samsara. Esta instrucción puede ser desconcertante, lo sé. Mucha gente piensa que está meditando cuando alcanza un estado de paz y tranquilidad. Les hace mucha ilusión practicar debido a la hora de paz y tranquilidad que les proporciona. Pero el quietismo no es meditación. Acorralar un caballo salvaje no le hace manso ni reaccionar a las riendas. Puede reposar durante un rato y parecer tranquilo. Incluso puede comenzar a pacer. Pero cuando se abra la puerta se escapará tan salvaje como siempre. Saben, en Nan Hua Si, el monasterio del Sexto Patriarca, una vez hubo un monje que empleaba unas horas cada día en sentarse tranquilamente sobre su cojín, disfrutando de la paz y tranquilidad que le traía. Pensaba que estaba meditando. Hui Neng, el Sexto Patriarca, dándose cuenta del error del monje se acercó a él. "¿Por qué dedicas tanto tiempo a tu cojín cada día?" le preguntó. El monje levantó los ojos sorprendido. "Porque quiero hacerme un Buda", respondió." Hui Neng sonrió. "¡Hijo mío" dijo, "¡puedes hacer un espejo puliendo un ladrillo antes que hacerte un Buda sentado en el cojín!" Deberíamos recordar siempre este intercambio entre un gran maestro y un monje equivocado. Antes de entrar en un estado meditativo siempre estamos despiertos y alertas. Nuestras mentes, liberadas de las solicitudes externas, se centran en nuestro ejercicio de meditación. Después de haber tenido éxito en alcanzar el estado meditativo estamos, normalmente, bastante eufóricos. El vértigo alegre es experimentado por practicantes de todas las religiones. Se llama Enfermedad del Chan, Intoxicación de Dios, o Locura Divina. El quietismo no produce euforia. Produce una inactividad parecida a la de un zombi que no tiene nada que ver con el Budismo Chan o cualquier otra religión, excepto, tal vez, el vudú. Nunca deberíamos comenzar un ejercicio de meditación si estamos excitados o inquietos. La mente y el cuerpo deben llegar a un estado relajado. Si estamos enfadados, la introspección y la aplicación de los principios Budistas, particularmente los del perdón y la aceptación, pueden ayudarnos a recobrar nuestra compostura; pero si nuestra angustia persiste debemos rogar por orientación o buscar consuelo para resolver nuestros problemas antes de sentarnos a meditar. Si nuestra agitación es meramente una condición temporal, debido quizás a estar agitados o fatigados, deberíamos seguir el método de la "vara de incienso de solo media pulgada". Simplemente nos sentamos en silencio y miramos como arde la vara de incienso durante media pulgada. Si en este tiempo no hemos recuperado nuestra compostura, deberíamos terminar la sesión de meditación. Siempre podemos intentarlo más tarde. Asimismo, nuestra respiración debe ser suave y rítmica. Ocasionalmente, mientras estemos practicando meditación, pueden nacer pensamientos perturbadores o nos puede costar respirar debido a que estemos realizando incorrectamente una técnica de respiración. De nuevo deberíamos seguir el método de la "vara de incienso de solo media pulgada", y permitir que nuestra mente y nuestra respiración se asienten antes de continuar la práctica. La postura Una postura natural, relajada pero recta, es la mejor postura. Nos sentamos sin rigidez ni dolor. Esto es muy importante. El dolor inicia una respuesta de alarma, una emergencia percibida que hace aumentar el latido del corazón y la presión de la sangre en el cuerpo; y bajo tales condiciones, la meditación es imposible. Sin embargo, alguien que pueda sentarse fácilmente en una postura más formal como la posición del loto, puede utilizar esta postura para obtener una ventaja. Por supuesto debemos sentarnos de forma erguida para que de este modo nuestros pulmones puedan expandirse completamente. No podemos dejarnos caer ni hacia adelante ni hacia los lados. Si nos encontramos al borde del sueño, deberíamos espabilarnos con unos pocos tragos de té, balanceándonos de lado a lado unas pocas veces, y tomando unas pocas respiraciones profundas. El fracaso en el control del cuerpo, de la mente y de la respiración, puede producir pequeñas lesiones como malestar emocional o físico, o grandes lesiones, como distensiones musculares u horrendos encuentros con demonios alucinados que, creo que todos podemos estar de acuerdo, son los eventos más dolorosos. Ejercicios respiratorios Antes de comenzar cualquier técnica de meditación formal, es absolutamente necesario obtener el control de la respiración. Hay dos aproximaciones básicas al control de la respiración: desestructuradas y estructuradas. En ambos métodos los pulmones son comparados a un fuelle. Cuando deseamos llenar un fuelle con aire, separamos los mangos. De la misma forma, cuando deseamos inflar el pecho, comenzamos por extender el abdomen, empujándolo hacia afuera, separándolo de la columna vertebral como pensando que estamos apartando los mangos de un fuelle. Cuando exhalamos, primero dejamos que el aire se escurra y entonces contraemos lentamente el abdomen, exprimiendo el aire que queda en los pulmones como si estuviésemos cerrando el fuelle. Nuestra intención debería ser siempre la de respirar de manera tan sutil y no forzada, que si alguien pusiera una pluma de avestruz ante nuestra nariz, no la agitáramos ni al aspirar ni al exhalar. 1. En la respiración desestructurada, bajamos la mirada y simplemente seguimos la respiración, contando diez respiraciones seguidas. Si perdemos la cuenta, simplemente comenzamos de nuevo. Cuando completemos diez cuentas o ciclos de respiración, simplemente comenzamos de nuevo. Comenzamos centrando nuestra atención en la inspiración, fijándonos como el aire entra en la nariz, desciende por la garganta y llena los pulmones. Vemos mentalmente expandirse el pecho y levantarse los hombros. Cuando nos preparemos para exhalar, tomemos nota de la cuenta; y entonces veremos como el aire se escurre de nuestros pulmones hacia la nariz. Nos damos cuenta de que nuestros hombros se relajan y caen, y también de que nuestros pulmones se vacían. Cuando completemos la exhalación, observamos contraerse nuestros músculos abdominales. Con práctica, todos los músculos de nuestro abdomen, ingle y nalgas se contraerán para hacer salir el aire residual de los pulmones. Por la misma razón, es más fácil contar ciclos de respiración cuando comencemos a exhalar que cuando comencemos a inhalar. Pero cada uno de nosotros es diferente. Contar inhalaciones o exhalaciones es un asunto de elección personal. 2. En la respiración estructurada, inhalamos, retenemos la respiración, exhalamos y, o bien comenzamos un nuevo ciclo, o bien mantenemos los pulmones vacíos antes de comenzar otro ciclo de respiración. La cantidad de tiempo que destinamos a cada parte del ciclo depende de la fórmula particular que sigamos. Ya que la capacidad de los pulmones varía de individuo a individuo, no puede ser suficiente una única fórmula. Los practicantes pueden escoger entre las variadas proporciones: a. La proporción 4:16:8, requiere que la inhalación tome 4 cuentas, que la retención tome 16 cuentas, y la exhalación tome ocho cuentas. La proporción 4:16:8:4 requiere un periodo adicional en el que los pulmones quedan vacíos durante cuatro cuentas. Esto es más difícil, pero muchos practicantes la encuentran más propicia para alcanzar estados meditativos profundos. Normalmente, un segundo por cuenta es la cadencia prescrita. Sin embargo, hay quien tiene gran dificultad en mantener su respiración, por ejemplo, durante dieciséis segundos. Estos individuos deberían entonces mantener su respiración simplemente durante doce segundos. Con práctica alcanzarán rápidamente la cuenta de dieciséis. Si doce también es muy difícil, entonces pueden probar con ocho y trabajar hasta llegar a doce, y después a dieciséis. b. La proporción 5:5:5:5 u otras cuentas igualadas similares también son muy efectivas. Los principiantes pueden encontrar más fácil eliminar la cuenta final de mantener los pulmones vacíos. La intención de todos los ejercicios de respiración es establecer una respiración controlada y rítmica. Resistiendo el impulso de abandonar Por una razón que nadie ha podido determinar aún, a menudo encontramos que cuando nos sentamos a meditar nuestro cojín se convierte en una montaña de hormigas. Los principiantes en Chan experimentan con más frecuencia esta misteriosa transformación del cojín, pero antes o después nos sucede a todos. Comenzamos a retorcernos y la única cosa en que podemos pensar es en marcharnos de ese sitio que provoca comezón. Cuando nos sentamos por primera vez, estamos llenos de buenas intenciones. Planeamos hacer un programa completo - como mínimo, veinte ciclos de respiración. Pero después, tras cuatro o cinco ciclos, nos damos cuenta de que estamos sentados sobre una montaña de hormigas y tenemos que cortar nuestro corto programa. A veces no hay hormigas ahí. Pero todos nos acordamos de repente de muchas cosas importantes que hemos olvidado hacer; ordenar los libros de nuestra biblioteca; comprar fideos para la cena de mañana; leer el periódico de ayer. Claramente estas cosas deben ser atendidas y así, con gran pesar, nos levantamos de nuestro cojín. Queridos amigos, ¿cómo podemos mantener nuestras buenas intenciones? ¿Cómo podemos prevenir nuestra resolución de dimitir tan drásticamente? Primero debemos reconocer cómo nos estamos engañando a nosotros mismos. Saben, hay una vieja historia en Chan sobre un rico que contrajo una enfermedad y estaba en gran peligro de muerte. Así que hizo un pacto con el Buda Amitabha. "Perdona mi vida, Señor, y venderé mi casa y le daré a los pobres todo lo que obtenga de su venta." Toda su familia y amigos le escucharon hacer esta promesa. Entonces, milagrosamente, comenzó a recuperarse. Pero a medida que su condición mejoraba, su resolución empezó a disminuir; y cuando estuvo completamente curado, se preguntaba por qué habría hecho tal promesa. Pero ya que todo el mundo esperaba que vendiera su casa, la puso en venta. Además de la casa, sin embargo, vendía el gato de la casa. Vendió su casa por un total de diez mil una monedas de oro. Pero una promesa es una promesa, así que le dio una moneda de oro a los pobres. Esto fue por lo que vendió la casa. El gato, como veis, era un gato muy costoso. Cuando no queremos hacer algo, las cosas triviales se hacen muy importantes. Un gato tiene un valor de diez mil veces el de una casa. Todos deberíamos recordar a este hombre siempre que tengamos el deseo de saltar del cojín. Todos deberíamos recordarlo siempre que decidamos cortar repentinamente nuestro programa antes de haberlo finalizado. Pero si no nos disculpamos de realizar nuestra práctica, no deberíamos permanecer en nuestro cojín debido a nuestro sentido de culpabilidad. A veces la gente actúa como si estuvieran haciendo un gran sacrificio cuando realizan su práctica de meditación. Piensan: "Lo haré y lo terminaré de una vez". Pero esta no es la actitud adecuada. El tiempo que empleamos en la meditación debería ser el tiempo más maravilloso de nuestro día. Debemos apreciar este tiempo. Queridos amigos, estén agradecidos por el Buda Dharma. Estén agradecidos por los Tres Tesoros. No olviden el refugio eterno que existe para todos en el Buda, en el Dharma y en la Shanga. Den las gracias a la Lámpara que nos lleva desde la oscuridad hasta la luz.
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Última modificación:
December 03, 2004
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