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 » Capítulo 7 - Un Modelo Funcional de la Psique
Ming Zhen Shakya
El Séptimo Mundo del Budismo Chan
por Ming Zhen Shakya

Traducido al Español por Shi Chuan Fa
Edición en Español revisada por la < Rev. Yin Zhi Shakya, OHY


Capítulo 7 - Un Modelo Funcional de la Psique
Aproximación Práctica del Zen a la Psicología de C. G. Jung

Cualquier cosa rara o misteriosa es fascinante, particularmente cuando está implicada la salud del cuerpo, de la mente o del espíritu. Entonces, la información exótica ofrece una irresistible atracción. Más que llamar nuestra atención satura nuestra conciencia.

En las escuelas médicas, por ejemplo, cuando se estudian las enfermedades tropicales - enfermedades que son virtualmente desconocidas en los Estados Unidos de América - los estudiantes a menudo le atraen tanto los síntomas extraños, que les darán desmedidas consideraciones cuando realicen diagnósticos en el curso de su entrenamiento clínico.

Cuando se les presentan los síntomas de un resfriado, ellos especulan con la posibilidad de una psitacosis... fiebre de loro. Ven un caso de malnutrición, y se detienen para diagnosticar leishmaniasis... un parásito de la jungla.

Los profesores de las escuelas médicas deben advertir repetidamente: ¡Cuándo escuchen pisadas, piensen en caballos... no en cebras!

Todos nosotros tendemos a procesar información que es demasiado específica, con detalles que sobrepasan o exceden nuestras necesidades.

Si un extranjero pregunta: "¿Qué es una `vaca'?" Puede ser correcto responder: "Un mamífero bovino cuadrúpedo." Pero si el hombre no conoce el término 'vaca' no es probable que conozca el término 'bovino'. Una respuesta mejor es: "El animal que dice Muuuuuu." Probablemente esto lo entenderá el extranjero y, a no ser que seamos zoólogos o lecheros, probablemente será la respuesta más cualificada que podamos dar.

En el Zen, cuando hacemos una aproximación necesaria a la materia de la psicología de Jung, somos extranjeros. Estamos dentro del grupo que pregunta "¿qué es una 'vaca'?" Si para la explicación nos dan el reino, el tipo, la clase, el orden, etc., es más de lo que podemos manejar y más de lo que nos hace falta. Necesitamos una versión reducida, que esté libre del lenguaje psicológico. Esta aproximación "sin adornos" no será suficiente para los aficionados a los detalles exóticos. En el Zen tenemos nuestro cupo de personas que cuando escuchan las pisadas de aquellos Cuatro Jinetes del Apocalipsis, se preguntan si no es la misma muerte cabalgando en una cebra descolorida. Por otra parte, es mejor saber más de lo que se necesita y correr el riesgo de desviarse, que intentar proceder sin la guía de un buen modelo.

La conexión entre el Zen y la psicología jungiana no es nueva. El máximo exponente del Zen fue el difunto y gran Profesor Daisetz Suzuki. Cuando Carl Jung leyó a Suzuki inmediatamente vio como el Zen encajaba con su propio sistema de psicología. La meta Zen de "no-apego" era la meta de Jung de "individuación". Asimismo los practicantes Zen reconocieron la utilidad del pensamiento jungiano en su propia comprensión espiritual. Se dice que estos dos hombres, que eran contemporáneos, mantuvieron correspondencia durante bastante tiempo. Jung se consideró privilegiado de escribir una larga y ahora famosa introducción a la obra de Suzuki.

Al principio, pues, fue evidente que estas dos disciplinas eran complementarias. La Psicología Profunda de Jung nos informa por qué somos de la forma que somos. El Zen nos proporciona una metodología mediante la cual podemos cambiar la forma en que somos. Y en los estados espirituales avanzados, el fundamento genérico, el "argumento dramático" tanto de la androgenia de la alquimia, como de la gestación y el parto del Niño Divino o Lapis, es proporcionado por Jung, mientras que la metodología, esto es, las numerosas disciplinas de meditación tales como la circulación Qi y la respiración embriónica, son proporcionadas por técnicas Zen o Daoístas.

Entonces, lo que necesitamos "para unir los puntos" de las dos disciplinas, es un modelo de la psique, un modelo simple y funcional que, por ejemplo, no pretenda explicar el estado presente de la condición humana teniendo en cuenta los dictados evolutivos de la selección natural. No podemos postular un comportamiento que falle a la hora de demostrar valor para la supervivencia. Necesitamos un modelo normal - no un régimen terapéutico para perturbados o enfermos. En el Budismo Zen o Chan nos esforzamos por vivir la vida natural, una vida que aporte armonía a las melodías de la condición humana. ¿Qué es entonces esta vida natural? ¿Cómo nos ha hecho la Naturaleza? ¿Para qué estamos programados genéticamente a fin de sobrevivir? ¿Qué comportamiento instintivo es característico de nuestra especie?

Un instinto o Arquetipo es una fuerza natural, innata y no adquirida, que nos impele a actuar en formas determinadas. Por ejemplo, las complejas interacciones entre una madre y un bebé recién nacido no tienen que ser enseñadas. El bebé no necesita lecciones de succión al igual que la Madre no necesita ser aconsejada en su parte del proceso alimenticio. Los adolescentes no necesitan ser guiados para fijarse en los adolescentes del sexo contrario. Déjalos solos y observa qué sucede. El comportamiento instintivo es tan automático como universal. Sus mecanismos son marcados y estimulados hormonal o químicamente, y cuando las condiciones son normales, los resultados están virtualmente garantizados para toda clasificación de seres humanos: primitivos o sofisticados, ecuatoriales o árticos, ricos o pobres, inteligentes o tontos, suntuosos o sencillos. Todos y cada uno están sujetos a las mismas conductas instintivas. La belleza, la inteligencia y la salud no libran a su poseedor de la destrucción arquetípica.

¿Destrucción? Bueno, sí. Los Arquetipos o Instintos son fuerzas autocráticas de gran voluntad. Monárquicos o divinos, son déspotas que no son muy tolerantes con la oposición. Normalmente operan bajo el nivel de conciencia de forma que nos llevan a hacer lo que ellos quieren que hagamos, sin que realmente comprendamos nunca por qué actuamos de la forma en que lo hacemos, o por qué nos gusta lo que nos gusta, o nos disgusta lo que nos disgusta. Pensamos que conocemos la secuencia de eventos: pensamos que porque algo se ajusta a ciertas normas que ya hemos decidido que nos gustan, nos gusta. De hecho, el orden de los eventos suele ser bastante diferente. Primero, nos gusta o nos disgusta algo; segundo, determinamos una razón para el agrado o el rechazo. Nuestro ego fabrica y exagera para apoyar sus elecciones.

La parte más difícil del Zen es alcanzar la compresión de que nuestro ego no es un árbitro competente de la realidad. Los poderes de juicio de nuestro ego están tan fuertemente comprometidos que es casi imposible observarnos objetivamente, o incluso considerar la posibilidad de que no tenemos un control absoluto sobre nosotros mismos. No sospechamos que, en su mayor parte, simplemente estamos ejecutando programas genéticos, programas que, en diversos grados, han sido alterados por una larga lista de factores ambientales.

Para los propósitos de nuestro modelo rudimentario consideraremos nueve instintos básicos, y cómo afectan específicamente al curso de nuestra vida. Llamaremos a estos nueve instintos por los nombres generalmente dados por Jung:

1. El Yo o Dios, el instinto por el orden;
2. La Madre, el instinto adhesivo;
3. El Niño o Pequeño Adorable, el instinto protector;
4. Las Sombras (ambas formas):
      a. Amiga - auto preservación positiva por el instinto de rebaño;
      b. Enemiga - auto preservación negativa por el instinto destructor;
5. El Anima/Animus, el instinto reproductivo;
6. La Persona, el instinto de encajar socialmente;
7. Los Héroes, el instinto de sobresalir y de gobernar;
8. El Cazador, el instinto de perseguir;
9. La Transformación, el instinto del cambio espiritual.

Dado que la evolución es un proceso muy lento - en realidad biológicamente no hemos cambiado en 3.000 años - podemos evitar las confusas complejidades de la moderna vida urbana, utilizando como ejemplo el ciclo de vida de un chico nacido en una familia rural de cualquier parte del mundo del año 1.000 a.C. (Igualmente podríamos haber escogido a una chica, la dinámica no sería esencialmente diferente.)

1. El Yo o Dios

En el momento que nuestro bebé de ejemplo abandona la soledad del útero, experimenta los placeres y los dolores, las vistas, sonidos, olores, gustos y tactos de una conciencia caótica. Por tanto, el primer requerimiento de la naturaleza es el orden. El bebé debe organizar estas experiencias incoherentes.

Lo opuesto al caos es el cosmos; y, como un dios, o un gran principio cósmico, el bebé debe crear orden alejando al desorden. Sus habilidades innatas le permiten hacer mucha magia. Puede percibir y reconocer. Puede pensar y formar nuevas ideas y recuperar información de sus bancos de memoria. Puede concentrar su atención y considerar objetivamente las cosas y los objetos. Pronto no lo solo verá, examinará; no solo oirá, escuchará. Conocerá lo "agradable" y lo "desagradable" y para obtener lo primero podrá planear estrategias, evaluar sus resultados y repetir las exitosas. Aprenderá.

También se hará consciente de quién es el que aprende. Desarrollará un ego, una identidad, una auto-conciencia continua que le habilita para pensar: "Ahora soy él que fui ayer y él que seré mañana." Las asociaciones, infinitas en número y variedad, comienzan a adherirse a su ego. Las cualidades, las ideas y los recuerdos se adhieren a su reflexión sobre sí mismo como el polvo de oro a la pelleja de un minero. A no mucho tardar adquirirá el lenguaje y aprenderá su nombre y lugar en su pequeño universo.

2. La Madre

El segundo instinto que promueve la supervivencia es el instinto materno. El bebé debe estar absolutamente entregado a su madre ya que su supervivencia depende totalmente de ella. Sus brazos le protegen y sus caricias le calman. En sus pechos se encuentra su única fuente de comida. Si su madre muere, él perece. También por otras razones la Naturaleza quiere que fije su atención en ella.

3. El Niño o Pequeño Adorable

Este instinto no lo siente el bebé, sino que es experimentado por otros en sus respuestas hacia este. Este es el instinto que no solamente mantiene la atención de la Madre sobre el bebé sino que hace que el Padre, los hermanos y las hermanas den realmente la bienvenida a la familia a este intruso ruidoso y problemático.

Llamando a este instinto el Pequeño Adorable se evita la limitada designación de Niño, dado que la ternura que todo ser humano siente en su corazón por los bebés se extiende a los jóvenes de cualquier especie. Podemos querer tanto a un animalito pequeño como a un niño.

Cuando se evoca este instinto, nos volvemos cuidadosos y protectores hacia los Pequeños. Les mimamos y alimentamos, y somos extraordinariamente tolerantes con su comportamiento, les perdonamos fácilmente por los riesgos que otras personas toman para evitar los de ellos. Si nuestro perrito ensucia la moqueta de la sala de estar, solícitamente la limpiamos. Si nuestro viejo perro hace lo mismo consideramos la eutanasia. Si el Bebé destroza deliberadamente un caro jarrón, la Madre recoge los trozos y señala: "¡ya pasó!" Si Papa destroza deliberadamente el mismo jarrón, la Madre busca un abogado. No estamos solos en esta feliz indulgencia hacia los bebés. Incluso el irascible Rey de las Bestias, permite tranquilamente a los cachorros mordisquear sus párpados y meter las zarpas en sus fosas nasales. Se siente bien con la atención.

Podemos comprender fácilmente el valor para la supervivencia de este comportamiento. Si el joven no engendrase amor inmediatamente en nuestros corazones, si no hiciera nacer inmediatamente nuestro deseo de indulgencia y protección, lo más probable es que no sobreviviera a su primera noche de chillidos. La Naturaleza se propone que seamos esclavos de la lindeza.

El lazo recíproco madre/bebé es probablemente él más fuerte y duradero de todos los lazos instintivos. No le llevará mucho tiempo al Bebé aprender lo que el resto de nosotros felizmente hemos descubierto: la Madre es la única persona en el mundo que insistirá en que somos decentes, inteligentes, aplicados y bien parecidos contra toda evidencia que apunte a lo contrario.

Para cuando el Bebé es lo bastante mayor como para protestar la injusticia, la Madre tiene un nuevo Pequeño Adorable para ocupar su atención. Afortunadamente el Bebé tiene ahora dientes y puede comer la comida que el Padre, que trabaja la tierra, caza y pesca, trae a casa y le da a la Madre que la cocina y la distribuye a la familia.

4. La Sombra Amiga y la Sombra Enemiga

La Sombra Amiga, que es normalmente de nuestro mismo sexo, es nuestro habitual compañero de aspiraciones. Dado que crece con nosotros, asume una variedad de formas cambiantes.

No siendo ya el Bebé de nadie, nuestro Niño debe establecer nuevas relaciones con su familia. Durante muchos años serán su grupo de apoyo indispensable. Le protegerán, enseñarán y actuarán como compañeros y guías. Compartirán su comida con él en tiempo de escasez, le cuidarán cuando esté enfermo, o le ayudarán cuando esté en problemas. Esta relación es especial; mientras deba estar extremadamente cerca de su familia, no debe considerarles como cónyuges potenciales. La Naturaleza pretende evitar que mantengan relaciones sexuales entre sí porque, generalmente, daría lugar a un desastre genético.

El instinto que promueve el apoyo mutuo de los miembros de una familia, mientras simultáneamente anula las atracciones sexuales, es la Sombra Amiga. El Padre, los hermanos y las hermanas que guían, protegen y abastecen a nuestro niño modelo, son las primeras personas sobre las que proyectará este afecto arquetípico. Es digno de mención que este instinto aparentemente es evocado entre todos los muchachos en desarrollo que comparten el mismo entorno doméstico. No hace mucho los israelíes hicieron público que, de varios miles de jóvenes adultos que habían crecido juntos desde su infancia en las instituciones para párvulos o Kibbutz, no hubo ni un solo caso de matrimonio entre ellos. Cada pequeño consideraba instintivamente a todos los miembros del grupo como sus hermanos y hermanas y, acordemente, la sexualidad de todos los miembros del sexo opuesto fue neutralizada. La actitud fraternal se impuso al hecho biológico.

Nuestro niño modelo, a la edad de dos o tres años, ahora desvía mucha de la atención que había prodigado en la Madre a los otros miembros de su familia. En cuanto se haga mayor y se implique más socialmente, aparecerán proyecciones adicionales de la Sombra sobre amigos, particularmente un amigo favorito o compañero.

A medida que se le enseña al niño a distinguir lo correcto de lo erróneo, siente confusión sobre si sus propios deseos entran en conflicto con los de su familia. Puede saber, por ejemplo, que no tiene que tomar la comida que ha sido apartada para más tarde, pero puede estar tan hambriento que a pesar de ello no puede resistir el comérsela. Descubierto, se le grita, se le golpea y se le aparta. Se le llama rata, coyote, serpiente o cualquier animal que la familia asocie con el hurto-robo de comida. Es apartado temporalmente del círculo familiar, rechazado y en desgracia medita sobre su destino. Los síntomas de hambre se han ido y ya no está tan seguro de porqué robó la comida. Es ahora, en el momento de dolor, cuando se alza la Sombra. La Sombra Enemiga tiene muchas funciones, pero la más importante es defender al ego de ataques. Es el bribón ego cambiante. Acepta la responsabilidad del robo. Inconscientemente el niño piensa que fue algún otro quien cogió la comida y le trajo este castigo. De la manera más insidiosa y sutil imaginable, el ego le cura las heridas del insulto liberándole de responsabilidades y reprochando a su sombra. (El diablo le obligó a hacerlo.) Es necesario, pues, para que continúe viviendo felizmente con la gente que le dañó físicamente y le rechazó, que pueda diferenciar su ego del niño/animal malo al que castigaron. Conscientemente no reconoce a este individuo extraño; pero profundamente dentro de su psique, el 'malo' crece. La Sombra Enemiga crecerá más fuerte cada vez que el chico cometa un acto antisocial. Si hace algo malo y no es atrapado, la Sombra le recompensa con sentimientos de superioridad y comprensión de la duplicidad humana. Si es cogido y castigado, la Sombra le reconforta con deliciosos planes de venganza. En cualquier caso la Sombra ha cumplido su función: el chico desarrolla un cierto recelo. Está preparado para los problemas. Comprende el engaño.

Por el tiempo en que nuestro niño modelo alcanza la madurez, sus definiciones de mal estarán cuidadosamente guardadas en el léxico de su Sombra Enemiga; pero no será consciente de su constante referencia a las entradas. Siempre creerá que la persona a la que desprecia y de la que desconfía realmente merecer ser despreciada. No fácilmente llegará a comprender cuánto de sí mismo ha proyectado convenientemente en el objeto despreciado.

5. Héroes (Básicamente hay cuatro proyecciones consecutivas del Arquetipo del Héroe: el Travieso [Trickster], Superhombre, Humano, Salvador-Bodhisattva)

Castigar el 'mal' comportamiento es una cara de la moneda. La otra cara es recurrir a la 'bondad'. Como un niño de tres, cuatro o cinco años, el chico sigue encontrando que frecuentemente es reprimido por ser desobediente, avaro, o por romper cosas. Pero la rata, el coyote o la serpiente dentro de él no necesita seguir en desgracia perpetua. Puede rehabilitarse.

La dinámica de la vida familiar normal es tal que los miembros se esfuerzan por mantener una balanza propicia o civilizada. El apoyo mutuo significa confianza mutua, y cada miembro de la unidad debe comportarse responsablemente. La holgazanería, el egoísmo, el engaño y todas las formas de comportamiento que quebrantan la seguridad, causan disensión o despilfarran recursos, son obviamente perjudiciales para el bienestar de la familia. Por esto el niño debe domar sus propios deseos, subordinándolos a los deseos colectivos de la unidad. Debe aprender a ser ético en su comportamiento con otra gente. Debe aprender a seguir un código moral prescrito, que está diseñado para permitirle funcionar con éxito en grupos mayores y más diversos.

Las grandes sociedades ofrecen claras ventajas para la supervivencia: mientras el grupo social sea más grande, el gran caldo genético será mayor; mientras el ejército sea más grande, la gran variedad de habilidades será mayor; y así sucesivamente. Pero esta ganancia de seguridad y enriquecimiento cultural no se produce automáticamente. Se obtiene con la cooperación y contribución de todos los miembros. En resumen, los beneficios de una civilización aumentan de acuerdo al grado de organización y participación inspirada de los ciudadanos.

El instinto del Héroe inspira al niño a convertirse en una persona mejor, tan decente, leal, honesto, generoso, habilidoso, trabajador, valiente y responsable como pueda ser. Esto es esperar mucho, pero que todos crecemos para ser los inmaculados ciudadanos que somos, lo atestigua la relativa facilidad con que es superada la dificultad. El Héroe es extremadamente poderoso.

El proceso de civilización o "ennoblecimiento", comienza cuando la Madre y el Padre empiezan a relatarle a nuestro niño modelo historias sobre héroes. Comenzarán con la primera figura Heroica, el Travieso [Trickster].

Todos nos hemos encontrado con el travieso pero simpático Trickster. Es Loki, el tan difícil de controlar dios del fuego; es Bugs Bunny, que roba la cosecha del granjero; es el ruidoso Pájaro Carpintero. Dado que todas las proyecciones del Héroe se forman de igual manera, podemos ver cómo funciona este asombroso instinto en todas sus formas consecutivas, consideremos un mito que los padres navajos cuentan a sus hijos. (Ellos narran esta historia de forma lenta y con gran seriedad.) La figura del Trickster navajo es llamada Coyote.

El Coyote siempre se metía en problemas. Solía olvidar hacer cosas que había prometido hacer; solía quedarse dormido cuando se suponía de debía estar despierto; y a veces, cuando recibía instrucciones específicas, decidía que conocía una forma mejor y lo que solía hacer era enredar las cosas mucho más. Todo el mundo se reía del Coyote y nadie confiaba en él ni para los trabajos más pequeños. Muy triste, acudió al Gran Espíritu y le pidió una oportunidad para redimirse. Dijo: "Por favor, mándame hacer un trabajo para que así puedan ver todos que he aprendido a ser responsable."

Al principio el Gran Espíritu se negó, pero el Coyote rogó y rogó hasta que el Gran Espíritu sintió pena por él y se ablandó. "Aquí tienes un trabajo - dijo -. Esta noche tengo que pagarle una deuda a Gran Oso que vive en la cima de una lejana montaña. ¿Puedes llevarle este saquito de piedras preciosas como pago de la deuda?" "Por supuesto - dijo el Coyote -. Correré y correré y se lo daré antes del anochecer." El Gran Espíritu ató el saquito con un cordón de cuero y se lo dio al Coyote. "Asegúrate de que no se desate el saquito o se perderán las gemas." El Coyote estaba muy agradecido por esta oportunidad para probarse. Dijo: "Oh, gracias, Gran Espíritu, y no se preocupe." "Cuidaré bien del saquito." Puso el saquito en la boca y echó a correr.

Muy pronto le entró el hambre, y mientras corría, la punta del cordón de cuero rozaba con su nariz y sus labios. El cordón olía tan bien que pensó que si mordisqueaba los extremos mitigaría su hambre. Cuando llegó a la falda de la montaña estaba muy hambriento y empezó a roer el cordón, y cuando llegó a la mitad de la montaña estaba mascando fuerte. Poco a poco mascaba más arriba y tragaba el cordón. ¡Pobre Coyote! No se dio cuenta de cuánto había comido. Cuando llegó a la cima de la montaña descubrió que el saquito se había abierto y que todas las piedras preciosas se habían ido. Estaba muy avergonzado. "He comido el cordón - confesó -. Lo siento mucho". El Gran Espíritu estaba muy enfadado. "¿Ves lo que ha causado tu desobediencia?" El Coyote lloró y suplicó perdón.

Cuando el Gran Espíritu vio que el Coyote estaba en verdad arrepentido, se apenó de él. "Te perdonaré, ¡pero no quiero que olvides nunca la lección que has aprendido esta noche!" Y diciendo esto hizo un gesto con las manos y todas las piedras preciosas que se habían perdido volaron al cielo. Y así es como fueron creadas las estrellas. Y hasta hoy, todas las noches cuando salen las estrellas, el Coyote recuerda su falta y se puede escuchar su llanto, "Auuuuuuuu... ¡Lo Siento! Auuuuuuuu ¡Lo siento muuuuuucho!"

Las leyendas, los mitos, y los cuentos de hadas no solamente entretienen, también instruyen, alientan y tranquilizan. Le dicen al niño que la madre y el padre saben lo duro que es hacerse responsable. Le hacen saber que si se equivoca, y se arrepiente e intenta mejorar sinceramente, siempre será perdonado. A través de su vida, los cuentos heroicos le inspirarán hacía la grandeza. Sin estas conductas modelo, la madurez, sino difícil es casi imposible de alcanzar.

A medida que el niño crece la historia del Héroe cambia. Ha aprendido obediencia. Ahora necesita valor y habilidad. Después aprende sobre la segunda figura del Héroe, el Superhombre, la criatura medio hombre medio dios que protege al bien y derrota al mal. Estas figuras del Héroe Superhombre tienen poderes extraordinarios - a veces pueden volar, ver a través de sólidos o nadar bajo el agua sin necesidad de aire. Como poco, pueden saltar más alto, lanzar más lejos, correr y nadar más rápido, y tirar sus flechas con más precisión y astucia que nadie. Sus hazañas excitan e inspiran.

El Padre comienza ahora a enseñar al niño cómo trabajar la tierra, cómo pescar, cazar y luchar. Le instruye en el uso del hacha, del cuchillo, de la red, del arco y de la lanza. Él tiene un estudiante muy dispuesto. Nuestro niño se apasiona con sus héroes y ardientemente desea imitarlos.

La Sombra Enemiga también crece en estatura. El chico es capaz de hacer travesuras mucho mayores. Puede ser falso, deshonesto, holgazán, irresponsable y egoísta - cualidades que serán elegantemente equilibradas por su habilidad creciente para fingir las opuestas.

A medida que los horizontes del chico se expanden y encuentra nuevos e incomprensibles fenómenos, confía en su Héroes. Los Superhombres saben cómo tratar con todas estas cosas fabulosas y reales.

Puesto que las habilidades que el Padre le enseña deben ser practicadas, el niño desarrolla ahora una amistad particularmente fuerte: su mejor amigo o amable ego transformador [alter ego]. Este amigo tiene un enorme valor para la supervivencia. Con este amigo el niño puede practicar sus lecciones sin miedo a recibir burlas o castigos por los errores. Puede probar nuevas técnicas y participar en una competición constructiva. También tiene los beneficios del Confesionario: puede manifestar sus secretos, miedos y aspiraciones más personales. Pero sobre todo, cuando explora nuevos territorios o va a la aventura, disfruta de la seguridad del sistema de Compañerismo. Él y su mejor amigo son compañeros de apoyo, un equipo.

A medida que nuestro niño, ahora un chico de más o menos diez años, adquiere las virtudes de la lealtad, la confianza, y una actitud cooperativa, aprende a cazar y matar para conseguir comida y protección. Hay gente cuyos intereses la familia los considera como contrarios a los suyos. Debe tener en su corazón la ira y el sentimiento agresivo suficientes como para defender su casa, para expulsar o matar a aquellos que representan una amenaza. La Sombra Enemiga, alzada para la ocasión, reduce a cualquier ser humano sobre el que se proyecta, al nivel de un animal peligroso, irritante y despreciable - uno que puede ser exterminado no ya con impunidad sino con honor. (Tres mil años después incluso el alma más sofisticada de entre nosotros llama a alguien que le desagrada rata, mofeta, serpiente, piojo, zorra, etc.) En un mundo de predadores, animales y humanos, la estrategia de supervivencia es un imperativo categórico.

La Sombra Enemiga, entonces, defiende a nuestro ego de una vergüenza continua, nos justifica en la adquisición de nuestros deseos, nos instruye en formas de engaño, nos mantiene en guardia, y nos da la voluntad y el poder de matar cuando estamos asustados o encolerizados. Desgraciadamente, cuando la Sombra contamina otro instinto, tenemos una madre abusiva, un amante sádico, o un amigo traicionero.

6. La Persona, el instinto de adaptarse

A medida que el niño se convierte en un hombre joven es iniciado en una sociedad llena de normas. Toda actividad tiene su forma de comportamiento, y debe aprender a conducirse acordemente. Puede emborracharse en una fiesta y hacer el payaso, pero cuando se encuentra vendiendo vegetales en el mercado, como mínimo debe parecer sobrio, honesto y agradable.

En cualquier encuentro estresante, la gente se tranquiliza por la igualdad y se siente mal cuando se enfrenta a un comportamiento atípico. Si nuestro joven hombre está practicando un ejercicio militar, vendiendo zapatos, o cortejando a una joven dama - un instinto imperativo que pronto se manifestará por sí mismo - se comportará de forma diferente de acuerdo al papel que esté adoptando. Llegará a comportarse de formas que están calculadas para fomentar la aceptación social.

El instinto de conformidad también es conocido como la Persona, un término que surgió en la Grecia antigua donde los actores llevaban máscaras, llamadas personas, que cambiaban de acuerdo al papel que interpretaban. Cuando la función terminaba, se quitaban las máscaras. Una Persona, al igual que un uniforme utilizado en determinadas ocupaciones, se supone que debe retirarse cuando aquel que la utiliza no está realizando la ocupación para la que fue diseñada.

Nuestro joven hombre dejará sus Personas en el umbral cuando entre en casa. Puede incluso definir su casa como el único lugar en el mundo donde no necesita Personas.

7. El Anima/Animus, el instinto reproductivo

Entrar en sociedad es entrar en un caldo genético; y en esta agua nuestro joven hombre quiere ser un tiburón no un lenguado. Él ve quién está en la cima de la cadena alimenticia: músicos, atletas, soldados, sacerdotes, médicos, y aquellos cuyo trabajo está simplemente limitado - pero no de forma desventajosa - a ser ricos. Estos son los hombres que llaman la atención de las mujeres casaderas.

Nuestro joven hombre experimenta la siguiente fase de la proyección del héroe: el héroe Humano. Escoge su modelo y se hace aprendiz. Si hubiese escogido como modelo a un arpista, estaría, en todo desafortunado momento del día o de la noche, practicando asiduamente sus escalas líricas y acordes. Su considerada audiencia consistirá en aquellos miembros de la familia y vecinos que se dan cuenta de que muy fácilmente podría haber tomado los tambores o la concha.

Cuanto más perfecciona su arte, su habilidad y su Persona, más apto para el matrimonio se le considera. Pronto atraerá a la chica de sus sueños y proyectará sobre ella a la portadora de su instinto reproductivo, el Anima. (En las mujeres el instinto se llama Animus.)

Cuando las hormonas de este instinto entran en su corriente sanguínea, a duras penas puede controlarse. Actúa como Orfeo enloquecido, pensando casi exclusivamente en la joven mujer sobre la que ha proyectado su Anima, la diosa soñada.

8. El Cazador, el instinto de perseguir la presa

Hay ocasiones donde saber cuándo abandonar puede tener un definitivo valor para la supervivencia; pero en la mayoría de los casos el único que prevalece es el que persevera. Esto es particularmente válido para el Cazador.

Si "la ontogenia resume la filogenia" como los biólogos acostumbran a decir, entonces seguramente uno de los escalones de nuestra escala evolutiva es el escalón del carnívoro predador. La Naturaleza nos ha programado para perseguir, rastrear y acechar. Cuando este arquetipo entra en acción, se siente una emoción especial, una emoción que es bastante diferente al orgullo heroico o la satisfacción culinaria.

Siempre que nuestro Joven Hombre cazaba, era empujado - no necesariamente por el hambre, ya sea la suya o la de aquellos que dependen de él, sino por la emoción de la caza. La evidencia de esto es que, en el cumplimiento de esta emoción, puede invertir bastante más energía de la que la pieza capturada probablemente pueda reportar.

Incluso en nuestros días, un hombre gastará considerables sumas de dinero comprando armas, vehículos, ropa y equipo de monte, todo en un esfuerzo por rastrear y asesinar a un venado, y obtener carne que podría haber comprado en un supermercado por unos pocos dólares. El mismo hombre que en casa pide el máximo confort y seguridad, viajará durante horas para adentrarse en bosques y dormir entre insectos, arañas y serpientes, para permanecer sin ducharse durante días, para tomar comidas malamente preparadas que producen latas o bolsas de plástico, y escalar, resbalar, caer y tropezar - todo porque es esclavo de su dios arquetípico que se divierte acechando presas. Ninguna inconveniencia puede contrarrestar ese éxtasis que siente el cazador, esa singularidad de propósito, esa concentración y foco que asciende a la obsesión contemplativa.

Nuestro joven hombre modelo puede heroicamente llevar a casa su venado, o coger sus cuernos-trofeo y dejar la comida para los carroñeros.

Si es una mujer la que ha estado persiguiendo, la dinámica es la misma. Lo que él haga con ella después de perseguir y conseguir su presa será determinado por otros dioses.

Puede alcanzar, si es afortunado, un estado de contento y decidir establecerse con su recompensa. Su arte se convertirá en su hobby. Venderá su lira para comprar un arco. Cazar por deporte será un lujo que no se podrá permitir muy a menudo. Se conformará con su rol de marido responsable y cabeza de familia. La devoción de nuestro joven hombre a su mujer debe ser completa. Llegarán los niños.

Ahora se casa y tiene sus propios pequeños adorables, y como las responsabilidades familiares y comunitarias le agobian, los sacrificios que debe hacer crecen tanto en amabilidad como en grado. Quiere paz y armonía en su casa y en su comunidad, quiere y necesita ley y orden. Se vuelve hacia la religión, no porque sienta nada espiritual, sino porque conoce el valor de las reglas. También porque quiere ser querido, un deseo que se puede realizar más fácilmente cuando es algún otro el chico malo que hace e impone las reglas. En resumen, apoya a la religión porque necesita el apoyo de la misma.

Las religiones organizadas normalmente están fundadas sobre la última figura heroica, el Salvador-Bodhisattva. Este héroe nos ayuda a soportar las épocas de estrés. (El significado espiritual del Salvador-Bodhisattva no se aprecia hasta que el devoto alcanza el Octavo Mundo.)

Nuestro hombre modelo puede verse frecuentemente tentado a abandonar sus responsabilidades y volverse galán, derrochador o aventurero. Puede resentirse al ser reemplazado por sus hijos en las atenciones de su mujer. Puede mirar codiciosamente a la mujer o hija de un vecino y desear fugarse con ella; pero sentirá miedo por cualesquiera que sean los castigos que sus sacerdotes le prometieron por medio del infierno, de un asqueroso renacimiento, de ser desterrado, etc. Además, las autoridades civiles podrían reclamarle tanto la felicidad, como la libertad o las propiedades que había abandonado. Si tiene los medios para reconsiderar las cosas, probablemente se arrepentirá y se ajustará a la ley.

No sólo es que el buen ejemplo del Salvador se pueda oponer a sus tendencias truhanas, sino que incluso puede sentirse tentado a emular al Héroe que sacrificó tanto por el bien de su gente. El humilde Salvador también le enseña que se puede lograr la grandeza sin riqueza o poder.

Otras figuras heroicas le habían inspirado hacia la excelencia individual, pero el Salvador, a través del medio de cohesión de una religión organizada, le une con sus conciudadanos, añadiendo la fuerza de sus brazos y su rectitud a la de ellos. Comprende que es bajo el escudo del Salvador que todos nacen en la comunidad, y que es bajo ese mismo escudo que todos son bien enterrados en su santo suelo. El Salvador promueve la armonía y la unidad, y convierte lo múltiple en uno.

Pero esta es simplemente la función de la religión en su nivel de base. Él puede sentir la necesidad de más. Puede estar descontento con su vida entera, con su superficialidad, con sus sesgados valores, con los placeres perecederos de las adquisiciones materiales, con la transitoriedad de toda existencia. Se pregunta si esto es todo lo que hay. Podría querer saber el significado de la vida, conocer el rostro de dios tras el velo de Maya. Se podría sentir sin propósito e incompleto.

9. La Transformación, el instinto del cambio espiritual

Nuestro hombre modelo ha alcanzado ahora el lugar donde comienza la vida espiritual, el lugar donde se corta y se cocina lo crudo, donde se funde el mineral y se da forma al metal. Ahora debe experimentar el fuego de la transformación - la chimenea y el caldero, la fragua y el crisol. Ahora debe ponerse en las manos de los "custodios de la llama", el cocinero y el herrero, los sacerdotes originales de la humanidad.

Ya no puede identificarse como el hijo, el hermano, el amigo, el estudiante, el amante o el padre de alguien. Antes de poder descubrir su verdadera naturaleza, debe convertirse en el mendicante anónimo cuya riqueza consiste en la comprensión de que corta madera y lleva agua.

El entrenamiento Zen es precisamente esto: Transformación espiritual alcanzada a través de los fuegos del sacrificio de la inmolación del ego, a través de antiguas disciplinas formuladas en términos de tierra, agua, fuego, aire, y espacio. En lugar de la transformación, todo se consigna a las llamas: fama, familia, amantes, riqueza y belleza.

Este es, entonces, nuestro modelo. El hombre, separado de su naturaleza divina por la fuerza del instinto, sujeto al sufrimiento de la fragmentación en su madurez, e integrado como una conclusión nirvánica de los años de trabajo samsárico.

Por supuesto, nuestro modelo era una criatura ejemplar viviendo en un mundo ejemplar. Él, a diferencia de muchos de nosotros, tenía un amigo del alma, tenía héroes, tenía una mujer cariñosa y una familia. Todas las conductas instintivas encontraron receptores apropiados. Ninguna fue quemada en su psique y pudo madurar con pocas complicaciones.

Esquema: Modelo de la psique

  • El Yo es visto como un cuenco que comprende 3 capas de conciencia.
  • La capa inferior (el inconsciente colectivo) contiene las raíces arquetípicas.
  • La capa media (el inconsciente personal) contiene los complejos arquetípicos con sus ramas y hojas de asociaciones parecidas a la figura de un árbol. El inconsciente personal también guarda recuerdos y otros datos recibidos consciente y subliminalmente.
  • La capa superior (conciencia) contiene el complejo del ego que nace directamente del Yo y conecta con el contenido del inconsciente personal.
  • La Persona y la Sombra son vistas como exteriores al ego.


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Última modificación: December 03, 2004
©2001 Orden Hsu Yun del Budismo Zen
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