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 » Capítulo 17 - Correcta Atención
Ming Zhen Shakya
El Séptimo Mundo del Budismo Chan
por Ming Zhen Shakya

Traducido al Español por Shi Chuan Fa
Edición en Español revisada por la < Rev. Yin Zhi Shakya, OHY

Capítulo 17 - Correcta Atención

    "Aunque hable las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, no soy más que una campana que toca o unos platillos que resuenan. Aunque tenga el don de la profecía y conozca todos los misterios y toda la ciencia, y aunque tenga tanta fe que traslade las montañas, si no tengo amor, no soy nada. Aunque reparta todos mis bienes entre los pobres y entregue mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, de nada me sirve. El amor es paciente, es servicial; el amor no tiene envidia, no es presumido ni orgulloso; no es grosero ni egoísta, no se irrita, no toma en cuenta el mal; el amor no se alegra de la injusticia; se alegra de la verdad. Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo tolera."
     
        - San Pablo, Primera carta a los Corintios,
          13:1-7 (La Santa Biblia)
     
     
    "¡Hombres del Dao! El Camino del Budismo nunca es falso o pretencioso. Consiste en hacer las cosas normales de forma natural: defecar, orinar, vestirse, comer, dormir cuando se está cansado. Los tontos se ríen de mí por decir esto. Los sabios lo comprenden."
     
        - Lin Ji (Rinzai)

El Séptimo Paso en el Camino: Cultivando la actitud Chan

Superficialmente, las aserciones de San Pablo y del maestro Chan Lin Ji parecerían reflejar actitudes completamente diferentes; pero una inspección más cercana revelaría que a pesar de ser diferentes en cuanto a estilo, son idénticas en cuanto actitud. El camino simple y natural de Lin Ji es el amor incondicional que San Pablo describe. Claramente ambos hombres aborrecen la hipocresía y el egoísmo.

Pero por supuesto, como si para ilustrar la clase de artificialidad que Lin Ji estaba censurando cuando realizó su famosa descripción sobre el Camino, las palabras defecar y orinar son frecuentemente higienizadas en la traducción y aparecen como "ir al retrete", "hacer aguas", o similar. Lin Ji no lo hubiese agradecido.

Y el amor de San Pablo es traducido en la antigua versión de la Biblia de King James como caridad. Caridad también significa amor, pero para nosotros significa más comúnmente dar ayuda y, siendo este el planeta Tierra, las bellas palabras de Pablo a menudo son explotadas por los recaudadores de fondos siempre que intentan sacar dinero a la gente. "`Fe, esperanza, caridad; - citan la línea final del capítulo - pero lo más grande de esto es la caridad.' ¿Cuánto podemos esperar de usted?" San Pablo no lo hubiese agradecido.

Mientras que nunca nadie ha acusado al Apóstol Pablo de ser sentimental, su elocuencia provoca ocasionalmente el tipo de sencilla inspiración que Lin Ji temía y detestaba. Lin Ji sabía que la bondad que se compra con facilidad también se vende fácilmente. Su lenguaje chocante fue diseñado precisamente para obviar el sentimentalismo. Cuando el amor y la bondad son el objeto de un discurso religioso, podemos esperar que el espíritu se conmueva. Sin embargo raramente se conmueve profundamente; y una conmoción superficial normalmente es peor que no conmoverse en absoluto. Demasiado a menudo el lector responde a un pasaje elevado con un sencillo arranque de ardor, un ardor cálido; y como aire caliente en un globo, la expectación creciente de cambio piadoso le eleva. ¡Sí, trabajará para corregir todas y cada una de sus 108 faltas! ¡Sí, dedicará su vida a salvar a los 4 billones de seres sensibles del mundo! Entonces, en cuestión de horas, las llamas de amor universal y auto-reforma se apagan. Se zambulle en sus viejas costumbres. Ahora, sin embargo, puede identificarse como uno de los 'aviadores religiosos'. Puede maravillarse con su momento de gloria durante meses.

Un hombre Chan es un veterano del cambio y tiene las cicatrices que lo prueban. Sabe que la religiosidad no es substituta para el combate. Aquellos que se deshacen con fervor sentimental debido a que han sobrevivido a la lectura de un poema, no están en el ejército de nadie.

La adecuada actitud Chan podría consistir entonces en no decir insensateces, en no hacer muestra pública de nuestra piedad, en reservar nuestra devoción para aquellas veces en que estemos solos y podamos expresarla adecuadamente; en no separarnos de nuestro camino para por una parte ser vulgares, y por la otra no afectar a aquellas refinadas sensibilidades que se imaginan que creemos que defecar y orinar son extrañas costumbres del proletariado, sobre las que una vez leímos en la biblioteca de papá. El Chan es una disciplina extremadamente dura. Tenemos que sacar nuestro interior al exterior, y analizar con un escalpelo disector nuestros más privados pensamientos y actos. La gente que es demasiado delicada o elegante para utilizar el lenguaje de los hombres comunes no tiene agallas para el Chan. Lin Ji no habría podido hacer mucho con ellos.

Y si dejamos de intentar impresionar a los demás con nuestro elevado estatus, podríamos dejar de actuar como titiriteros divinos, mirando por encima a las personas y manipulándolas. Si nos unimos a la humanidad en vez de mantenernos por encima, podemos tocar la corriente universal. El amor incondicional de Pablo puede fluir a través nuestro como el Dao de Lin Ji.

La actitud Chan requiere que abandonemos nuestras orgullosas agendas, que trabajemos por consideración al trabajo y por el sentimiento de cumplimiento. Donde hay orgullo no puede haber una actitud amorosa y natural. No dejemos creer a nadie que solo porque no pueda hacer nada de valor de lo que sentirse orgulloso, podrá fácilmente tener éxito en ser humilde. La humildad debería ser - aunque no lo es - un logro sencillo. Consideren la siguiente parábola Chan:

Dos monjes se encontraron en la orilla de un río. Mientras miraban el paisaje de la otra orilla uno dijo: "Mi maestro puede enviar su mente allá donde quiere. Aunque esté a cientos de millas de aquí, puede meditar, encontrarme, y dibujar este paisaje exactamente como lo estoy viendo ahora. ¿Puede tu maestro hacer algo tan grande?" Preguntó. El otro monje asintió. "Más grande - dijo - mi maestro puede comer cuando está hambriento y dormir cuando está cansado."

Otro problema de actitud que encontramos es la estudiada irreverencia de personas que rechazan el Judaísmo, el Cristianismo, el Islam o el Hinduismo y piensan que como los budistas no se preocupan (o al menos no deberían) por dioses creadores, no tienen en cuenta ningún tipo de Dios.

Por alguna extraña razón los ateos son atraídos al Budismo. No inclinados a alcanzar la iluminación en trincheras individuales, gravitan alrededor del Budismo, asumiendo nuestra Tranquila Pose patentada, y burlándose de forma no violenta de todos los no ateos que hay en todas las demás religiones no ateas. Estas personas normalmente se espantan cuando descubren a budistas postrándose delante de una estatua, o aún peor, arrodillándose en oración ante ella. No hay forma de hacerles ver que el Buda que está siendo reverenciado, es el Buda que hay dentro de la persona que reverencia. De acuerdo a sus reglas, toda evidencia de suplicación, reverencia y adoración de lo divino, debe suprimirse del cuerpo litúrgico.

Así mismo, se niegan a permitir que la palabra Dios sea aplicada a la Naturaleza Búdica, y se pueden poner visiblemente pálidos cuando ven la palabra salir de la boca de un budista. Los occidentales, sin embargo, crecemos utilizando el término y a no ser que podamos decir sin problemas cuando presenciamos un estornudo: "¡Qué la Cara Original te bendiga!", o cuando nos golpeamos el pulgar con un martillo: "¡Qué la Naturaleza Búdica lo maldiga!", no deberíamos quitar la palabra Dios de nuestro léxico. Y si podemos bendecir o maldecir confortablemente utilizando el nombre de Dios, ciertamente deberíamos poder utilizarlo para fines académicos o religiosos. De hecho, casi todo lo que los cristianos aluden cuando dicen Dios es lo que aluden los budistas cuando dicen Naturaleza Búdica, o los Daoístas cuando dicen Dao.

La actitud Chan es de respeto hacia las otras religiones. Aquellos de nosotros que escogemos el Budismo Chan, lo hacemos porque ofrece un camino que cubre nuestras necesidades particulares. La mayoría de nosotros rechaza la superficialidad religiosa, las fórmulas mágicas supernaturales, el fuego del infierno y el azufre, los destinos dispuestos por las estrellas, los mediums y el resto de cuestionables principios de fe popular que incluyen, por supuesto, muchas variedades de Budismo.

Esto no significa que dado que rechazamos ciertas formas de culto rechacemos a aquellos que lo llevan a cabo. A Sri Ramakrishna, el gran santo indio del Vedanta moderno, se le preguntó una vez sobre el libertinaje de ciertos adoradores tántricos de la 'rama-izquierda'. Aunque los hombres y las mujeres implicadas habrían estado listos para el vapuleamiento en la mayoría de países civilizados, Ramakrishna se negó a condenarlos, explicando que cada hombre debe acercarse a Dios desde donde se encuentra en el momento en que toma la decisión de acercarse a Dios. Allá donde esté, debe avanzar hacia adelante desde ese punto. Y aquellos que se encuentran a la cabeza deben mirarle con compasión, apreciando como hacen la grandeza de cualquier distancia entre un hombre y su salvación.

`Dios te bendiga' es algo muy budista. Y cualquier hombre que no pueda postrarse reverentemente delante de una estatua del viejo Shakyamuni, o mostrar el respeto adecuado a un crucifijo, es demasiado arrogante para su propio bien. La actitud Chan también nos pide que vivamos el presente, que aceptemos lo que tenemos con buen ánimo, sin estar siempre haciendo planes para alterar los eventos con vistas a conseguir un futuro más provechoso o gozoso. La más famosa historia en toda la literatura Chan se refiere a esta actitud:

Un hombre caminaba por un sendero de una alta montaña cuando de repente se encontró con un tigre. Para escapar se sujetó a un arbolillo y bajó por la pared del precipicio. Mientras estaba allí agarrado - la rugiente boca del tigre unos pies más arriba, y el fondo del acantilado media milla más abajo - sintió como se desprendían lentamente las raíces del arbolillo. No encontraba ningún sitio donde apoyar el pie o donde agarrarse. Y mientras colgaba allí, imaginando qué debía hacer, se fijó en una fresa que salía de una grieta. La cogió, se la comió y se fijó en que teniendo en cuenta la época del año, estaba particularmente dulce.

Esta vieja historia ilustra la actitud Chan de vivir o concentrarse en el momento presente, de estar tan seguros de nuestra salvación que podamos encontrar felicidad en cualquier circunstancia en que nos encontremos, incluso ante la perspectiva de una muerte eminente. Aceptamos los infortunios que no tenemos poder de cambiar, e intentamos enfocar nuestra atención en aquellos placeres naturales que hacen tan bello a nuestro Camino Budista. La muerte es un hecho ineludible de la vida, pero la insatisfacción con el momento presente es una miseria auto-inflingida, un tipo de muerte crónica durante la vida en vez de una aguda conclusión.

Chan es poder. Habilidad en nuestra práctica Chan es el medio por el que adquirimos o aseguramos una permanente actitud Chan. Si, por ejemplo, tenemos hambre y no tenemos acceso inmediato a comida, o experimentamos otras clases de dolor, podemos meditar para sobrepasar la aflicción. No necesitamos sentarnos y quejarnos. Los instintos sexuales, de otra forma incontrolables, pueden encauzarse con el "conservativo" yoga daoísta o el tantra budista. El problema se vuelve entonces una solución maravillosa. Si tenemos frío, la concentración sobre el chakra del fuego puede calentarnos agradablemente. Las leyes de la física son algo difíciles de romper. Al menos hasta que estemos seguros en el Vacío del Décimo Mundo, no podemos volar, levitar, caminar sobre las aguas o atravesar muros. Pero podemos controlar nuestros sentidos y conquistar el miedo. Nuestra religión nos ofrece el sublime poder del éxtasis; y alguien que puede experimentar el éxtasis normalmente no está interesado para nada en realizar proezas físicas.

El control que necesitamos se limita a desafíos ordinarios y bastante usuales. Hay una historia sobre el Buda que una vez, mientras esperaba una barca, fue desafiado por el sirviente de otro gurú. "Mi maestro - sostuvo el sirviente - podría cruzar por sí solo este río. Se entrenó durante años hasta conseguir el poder de caminar sobre las aguas." El Buda miró el boleto barato que tenía en la mano. "¿Por qué - preguntó - habría de emplear tanto esfuerzo en adquirir algo que podría comprar tan fácilmente?" Paz, gozo y libertad son poderes disponibles para cualquiera que se dedique a su práctica Chan... la paz menosprecia a la pereza, el gozo menosprecia a la perdida, la libertad desprecia a los apremios más miserables.

En otras formas populares de Budismo, la actitud del hombre Chan que se encuentra agarrado al borde de un barranco habría sido diferente. El hombre probablemente habría experimentado preocupación sus acciones pasadas y su próxima vida. Habría maldecido al tigre como un agente maligno de Mara. La contemplación del placer sensorial de una fresa habría parecido, en ese momento tan crítico, bastante indecente. No ocurre eso en el Chan. Si la última cosa agradable entre nosotros y la destrucción es una fresa, así sea. Estamos entonces obligados a tratar con la dulzura.

Esta actitud no tiene su origen en el budismo mahayana. Es puramente Chan y ha derivado directamente del Daoísmo. En la excelente traducción de Zhuan Zi (Chuang Tzu) realizada por John Wu y Thomas Merton encontramos:

"El hombre por el que el Dao fluye libremente no daña a nadie pero nunca piensa en sí mismo como gentil. El hombre por el que el Dao fluye libremente no se preocupa por el futuro pero nunca critica a aquellos que lo hacen. No tiene ambición por hacer dinero pero no convierte en virtud el ser pobre. Va por su camino sin depender de los demás pero no se jacta de ser independiente. La fama y la riqueza no le tientan y no presta atención a los insultos ni al trato rudo. Sobre todo, nunca hace juicios sobre lo que es bueno y lo que es malo. De acuerdo a un viejo proverbio: 'El hombre del Dao es transparente. La virtud perfecta no deja residuos. El hombre más grande es Nadie'."

Quizás la visión más reveladora de la actitud de santidad Chan, se encuentra en la inspiradora historia de Zen japonés del monje Tozan Osho, una versión de la misma puede encontrarse en "Zen Training (Entrenamiento Zen)" de Katsuki Sekida.

El monje budista Tozan Osho era tan amable y desinteresado que sus formas santas le reportaban gran fama, una fama que alcanzaba al mismo cielo. Dios, oyendo hablar de este gentil monje, se interesó y decidió venir a la Tierra para echarle un vistazo. Pero cuando Dios llegó al monasterio de Tozan Osho descubrió que el monje, que estaba tan desprendido de su ego, ¡estaba hecho de la misma sustancia puramente Espiritual que Él mismo! No deseando haber recorrido tanta distancia para nada, Dios ideó un plan. Esperó hasta que cayó la noche, y mientras el monje dormía, entró en el granero, cogió una medida de arroz y la esparció por todo el patio. Entonces esperó. Por la mañana cuando el gentil monje salió y vio el derroche exclamó: "¡Oh, quién puedo haber hecho algo tan terrible!" Y en ese momento Dios echó una mirada a Tozan Osho.


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Última modificación: December 03, 2004
©2001 Orden Hsu Yun del Budismo Zen
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