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El Séptimo Mundo del Budismo Chan
por Ming Zhen Shakya
Traducido por < Rev. Yin Zhi Shakya, OHY
Capítulo 12 - Correcto Pensamiento o Propósito El Segundo Paso en el Camino / Vía
- Hua-t'ou Chino (adivinanza o enigma para pensar) Nadie va a ninguna parte en el Budismo sin entender desde los pies hasta la cabeza que la vida samsárica es agria y dolorosa, esa es la Primera Noble Verdad. ¿Y por qué es tan dura la vida? Porque en nuestro egoísmo, nos antojamos de muchas cosas tontas o frívolas. Esta es la Segunda Noble Verdad . ¿Podemos escaparnos de este lío? Sí. Esta es la Tercera Noble Verdad . ¿Cómo? Matando al idiota antojadizo . Al que desea . Lo matamos arrancándolo de las personas, cosas e ideas, a las que él se afierra, al igual que él parásitamente trata de consumir o extinguir esos orígenes de identidad sustancial (la verdadera identidad independiente en la existencia). El proceso de arrancarlo es la herida dolorosa del ego , el Correcto Propósito severo e inflexible , de la Cuarta Noble Verdad en el Camino Óctuplo. Cuando nosotros éramos jóvenes, nuestros antojos o deseos por estatus, servía de imperativo biológico. El triunfo social nos asegura el éxito en la proliferación y la supervivencia de la reserva. Así es como la naturaleza nos programó; pero cuando ya hemos puesto en práctica y agotado nuestros programas biológicos , estamos libres para retirarnos de las crueldades y la competencia diaria, y vivir en la paz perfecta del logro espiritual. Tenemos que despertarnos del sueño ilusivo de que somos la sustancia o la esencia de las personas y las cosas con las que nos hemos identificado. Las personas que han pasado tiempo suficiente en las aguas del Pantano (las situaciones difíciles) oyen claramente el toque de la diana (el toque que despierta). Ellos necesitan solamente unas cuantas instrucciones y unas pocas direcciones, pero no necesitan ningún otro empuje. Otros, que son nuevos a las desilusiones o los desencantos, no son tan afortunados. Sus egos tienen que sentir un poco más del dolor de la desunión y la humillación. Ellos necesitan un buen maestro Chan que tenga un gran corazón y una fuerte varilla. “¿Quién es el que me ha traído este despojo?” El maestro Chan exige saber. Su estudiante tiembla. Este es el reto principal del Budismo y no hay forma de evadirlo. “¿Quién soy yo? Pregúntenle a uno que ha vivido hundido en el ‘Pantano’ del sufrimiento “¿Quién eres tu?” Su respuesta será, “Nadie, soy menos que nada.” Y no ha sido modesto. Pregúntenle otra vez después que ha ascendido más o menos la mitad del Camino. “Soy el hombre más bendecido sobre la tierra”, él responde sin recurrir a una hipérbole. Él es feliz, humilde, compasivo, y jubiloso. Él es la yema de Buda. Su ‘ego’ tonto e idiota ha muerto. Murió en el ‘Pantano’, sumergido en las dificultades, junto con todo lo demás que él valoraba. Muchos principiantes en el Chan, sin embargo, actúan como si intentaran escalar el Camino mientras todavía continúan con sus antiguas estrategias, intereses y posesiones. Como caballeros contendientes en una competencia de deportes, ellos requieren comodidad material – libros, música grabada, videos, teléfonos, computadoras, como también vestiduras de calidad y lugares apropiados para acomodarse. Ellos necesitan una corte con sus cortesanos que lo ayuden, y por supuesto, una galería. ¿Dónde está el deporte si sus esfuerzos no son apreciados por su familia, amigos, colegas, amantes, chivos expiatorios y otras compañías de galardón y buena suerte? Ahora, el maestro Chan quiere saber, “¿Quién eres tú?” Y el tonto principiante responde, “Yo soy Fulano De Tal, una adición a la familia De Tal”. ¡Guak! El maestro Chan le pega con la varilla. “¡Necio, ese es un nombre, un linaje! ¿Quién eres tú?” El maestro le dice al estudiante que se marche y que regrese el próximo día con una respuesta mejor. Durante las subsecuentes entrevistas, los participantes tratan de identificarse a sí mismos a través una variedad de formas. Él trata su ocupación o su membresía en un rango social. Él es el hijo de alguien, el padre, el esposo, o el hermano. Él intenta auto distinguirse por sus relaciones o por su nacionalidad. Se ve a él mismo de alguna forma, siendo un individuo único por la virtud de su credo o por su dirección residencial, por sus logros personales, sus características o por sus rasgos físicos. Cada vez que él ofrece una falsa identidad, su maestro le pega con la varilla y lo califica de estúpido. A propósito, esta humillación no ocurre en privado. El maestro Chan es notoriamente gritón, brusco e indiscreto. Todos, dentro de un radio de cincuenta millas sabrán, que el pobre y vulgar estudiante es un Tonto de Primera Magnitud. ¿Podemos suponer que presentándonos nosotros mismos como personas religiosas hemos legitimados nuestro idiota? Si cuando nuestro maestro pregunta quiénes somos, nosotros contestamos, “Un humilde servidor del Señor”, nuestro maestro, cuando pare de reírse, nos pegará con su varilla. El hacerse el listo, debemos añadir, constituye una impertinencia que merece muchos palos. Una persona que responde, “Yo soy Buda”, sin haber descubierto este hecho a través del Satori, será mejor que sea capaz de correr rápido. Ninguna identificación con el ego es válida. Nosotros no desaparecemos si nuestras riquezas o posesiones desaparecen o si se nos quitan nuestros títulos o si de repente no somos capaces de hacer un acto meritorio u otra cosa. Si perdemos una pierna, nuestra humanidad no disminuye en proporción a esa perdida. Si tenemos amnesia, no estamos alterados genéticamente. Dejemos que todo eso y más se nos quite, y todavía, mientras vivimos y estamos conscientes, permanecemos. El ego es una serie de personajes ficticios. En ninguno de sus alias él existe. Ultimadamente encontramos que todo lo que somos es una cubierta humana compleja cubriendo el único Buda Interno. El desapego es la entrega del estatus, la rendición del orgullo. Nosotros vivimos nuestras vidas clamando por reconocimiento, hundiendo nuestros dientes y garras emocionales en las otras personas cuya identidad es siempre prefijada por el adjetivo posesivo "mi" - mis admiradores, mi esposa, mi hijo - el doctor... Y justo como nos definimos y nos sostenemos nosotros mismos por tales posesiones humanas, tratamos de extraer la cualidad de las posesiones materiales, y asimilar esas cualidades en nosotros mismos. Algunas veces desarrollamos una mentalidad de coleccionista y deseamos objetos caros y raros solamente por el gusto de poseerlos. “Tengo algo que nadie tiene. Como eso es único, yo, su poseedor, soy único.” El arte o el artefacto, no importa que clase de objeto es. Créanlo o no, hay personas que coleccionan asientos de inodoros o letrinas. Nuestra sorpresa por tal categoría no debería aumentar al enterarnos que Charles, el Príncipe de Wales, se cuenta entre esos extraños coleccionistas de asientos de letrinas. Estamos convencidos que la calidad de nuestras posesiones se adherirá a nosotros mágicamente. Un hombre que juzga que un Ferrari es superior a un Ford, se juzga a sí mismo como el dueño del Ferrari, superior al dueño del Ford. Él quiere un automóvil atractivo de forma que las personas se sientan atraídas hacia él – y todavía, él espera que todos los amen, no por sus posesiones, sino por él mismo. Él está seguro, a medida que él mira a través del estacionamiento de la vida, que hay muy pocos que sean iguales a él. Y si acontece, que los pagos mensuales del Ferrari lo llevan a la bancarrota, ¡Qué importa! A él le da lo mismo, porque su arrogancia no disminuye en lo más mínimo. Una mujer discute con su peluquero sobre las ondas de un bucle en particular. Ella asegura que él está peinándolo en una forma determinada que la hará lucir a ella menos atractiva. Ella es muy selectiva acerca de su pelo. Ese es su mejor rasgo. Ella no está satisfecha hasta que el rizo perverso no esté colocado de la forma que satisfaga su apariencia. Y si por casualidad esta mujer pesa trescientas libras y unos rollos grotescos de grasa caen en cascada por su torso, ¿es ella menos fastidiosa con su peluquero? No. Su ego se ha apegado a la forma que debe llevar el pelo. Su auto estima está en sus bucles. Los automóviles deportistas y los peinados valen la pena si ellos aumentan la atracción para la proliferación adulta; pero cuando las consideraciones de procreación no existen, tales demostraciones ostentosas de hecho indican, que el ego sólo está sirviendo al instinto de su propia vanidad auto-preservativa. Esta es la diferencia esencial entre la juventud y la madurez. Esperamos que las personas jóvenes se antojen de cosas que le llamen la atención. Una mujer de sesenta años de edad, guiando un Ferrari es una cosa inaudita para nosotros. Un peinado ‘punk’ con los pelos parados, cuando lo usa un adolescente de dieciséis años, es un signo de donaire. Sin embargo, nosotros rehusaríamos ir a comer con un hombre de sesenta años que se hubiera peinado así. Por otra parte, cuando vemos a los jóvenes tomando los votos de castidad y pobreza y haciendo retiros, nos preguntamos cuál es su problema. ¿Por cuánto tiempo un ego puede habitar en posesión sin problemas ni peligros? Algunas veces en permanencia Samsárica. Todos hemos conocido coleccionistas que controlarán su impulso, sólo para recibir la Extrema Unción. Mientras se están muriendo, ellos dirigen la atención del sacerdote a su última adquisición. Como muchos abogados pueden verificar, hay multitudes de mujeres vanas que nombran en su testamento al peluquero que ellas quieren que arregle su cadáver. Incluso, hemos oído ocasionalmente acerca de los propietarios de automóviles de deporte que especulan si ellos pueden ser enterrados con sus Porches. De hecho, nuestros amores con las cosas no duran mucho. Decidiendo que nuestra felicidad depende en obtener el lujoso coche que hemos visto en la vidriera del negocio de automóviles, procedemos a hacer la inversión y a proyectar la gran fracción de nuestra propia estima dentro de la bella pieza de maquinaria. Pero, a medida que la novedad pasa sin que nuestro nivel de contentamiento haya subido una pizca, nuestro deseo de formar una relación permanente con ese ego-vehículo en particular, mengua. Aunque alguna vez hayamos prometido con toda nuestra fuerza mantener esa relación, como la mantendríamos con un cohete nuclear, muy pronto drenaremos nuestros jugos egoístas del objeto, y lo dejaremos desecado al límite – con un cuarto de pulgada de churre de la calle en la carrocería, aceite en su cigüeñal y el color y la consistencia del asfalto. En el camino nosotros examinamos sin ninguna piedad cada deseo. ¿Por qué queremos esa cosa en particular? ¿A quién estamos tratando de impresionar o atraer? ¿Cómo puede nuestro ‘noble yo’ encontrarse habitando en ese u otro objeto? El problema de las identidades falsas se extiende naturalmente a las estrategias. Aquí también estamos confundidos. La primera cosa que una persona sin la experiencia ‘del hundimiento en el Pantano ’ hace, cuando mira la lista de las estrategias de los Seis Mundos, es mirar con gran descanso (gracias a Dios) de que él no practica el Chan de esas clases de abismos. Pero hay un pequeño examen que se debe tomar. El examen es simple: el individuo, tiene que preguntarle a tres personas que lo conozcan bien, en cual de las seis categorías ellos lo colocarían a él, si tuvieran que situarlo absolutamente en una de ellas. Si los tres, por separado, revelan que probablemente él es un Titán, o un Ángel, etc., él debe considerar la respuesta inconcebible con cuidado y pensar en ella. Tarde o temprano, cada uno de nosotros tiene que encarar su verdad. Puede ser verdad, el Diablo se pregunta, por ejemplo, ¿qué él es justamente un herrero? ¿Se han reído las personas de él... como en el cuento de La Nueva Vestidura del Emperador? ¿Es posible que todos lo miren como un ‘cabeza-vacía’, un maniquí fatuo? ¡En este momento él pensó que estaba listo para desposarse con el Bodhisattva Ideal, sólo para darse cuenta que él no estaba todavía divorciado del Samsara! ¡Bien! ¿Qué hacer? Él no es lo que creía que era. Pero si no es eso, ¿qué? Aquí le sigue un período terrible de confusión y dolor, de agonizante consciencia de sí mismo y una reevaluación. (Sin una confrontación consciente no puede haber un progreso). Humillado, él es forzado a examinar y a analizar sus acciones y reacciones, a verse a él mismo como los otros lo ven, a entender que su devoción a su apariencia externa le ha costado el desarrollo de su vida interna. Aconsejado a tomar medidas o remedios constructivos, el diablo en el proceso de recuperación, renuncia a sus sedas y promete no comprar ni siquiera ropa de trabajo por lo menos en un par de años. Ahora, cuando las vestiduras se gastan, él las remienda lo mejor posible. Él tiene unas conversaciones largas e íntimas con su maestro. El tópico principal es ‘el orgullo’. Como parte de su tratamiento o proceso de entendimiento, se le pide que refute todos los viejos argumentos que una vez invocó y puso en acción en ayuda de su estrategia. Él frecuentemente se dijo a sí mismo que las personas amaban la pomposidad y la ostentación, y que eran espiritualmente elevados por todo eso; que él era un ejemplo inspirador para aquellos que requerían lecciones en comportamiento; que él ejemplificaba el refinamiento sacerdotal y la gracia que caracterizaba su religión; que el orgullo que tenia de sí mismo era una reflexión del orgullo que él obtuvo del Señor, etc. El ex-diablo finalmente realiza que dado que Buda mismo, tiró todos sus mejores atuendos y usó las vestiduras simples de los pobres, un seguidor de Buda puede hacer el esfuerzo y encargarse de sus ropas para estar limpio y compuesto. El Correcto Propósito también requiere seamos críticos con nuestros estados mentales. Ya sea la ansiedad, la frivolidad, la irritabilidad, la depresión o el exceso de satisfacción con nosotros mismos, es necesario que investiguemos la causa de nuestra disposición para hacer las correcciones necesarias. Esto puede ser difícil. Es fácil encoger nuestras lenguas cada vez que la encontramos transmitiendo elocuentemente acerca de los logros de nuestro maestro o maestra; pero el controlar nuestras emociones negativas tales como la cólera, los celos o el menosprecio, es una tarea exponencialmente mayor... a la magnitud décima o veinteava. Si nosotros parloteamos acerca de nuestro maestro, meramente podemos correr el riesgo de hacer el ridículo delante de las personas que respetuosamente se apartarán de nosotros, pero si fracasamos en controlar nuestra cólera podemos hacer un gran daño. Dependiendo del comienzo o las condiciones que producen nuestra cólera individual, diferentes géneros de situaciones nos retarán con la pérdida del control: El muchacho, no devolvió un libro a la biblioteca y la multa era de $2.50. El padre grita por más de media hora acerca de la irresponsabilidad y del dinero que no crece en los árboles, etc. antes de darle el dinero al muchacho. Entonces protesta por otra hora más, acerca de la juventud hoy en día, y de lo que su padre le hubiera hecho si él alguna vez hubiera evadido un deber cívico de tal categoría, como no devolver un libro a tiempo. Él se tranquiliza hasta el punto que es capaz de evitar hablarle al hijo por el resto del día. Si la ‘probable verdad’ se supiera, primeramente, la única vez que el Padre fue a la biblioteca, fue cuando él usó su presencia allí como una excusa para poder salir de la casa por la noche; y segundamente, la única vez que él realmente pidió prestado un libro, olvidó devolverlo y no recordó hacerlo, hasta que una nota de la biblioteca llegó por correo. Y cuando su papá le preguntó acerca de la nota, él mintió, diciéndole que ya lo había devuelto. Entonces, llevó el libro en la biblioteca sin que nadie lo notara, y lo puso en el estante, causando eventualmente a su indignado padre, el informarle a la bibliotecaria que ella había sido negligente al enviar la nota. Esta es la probable verdad, porque ésta es la forma que el arquetipo Sombra conduce sus negocios. Cuando nosotros furiosamente reprimimos a alguien, de hecho, estamos acusándolo de algo que más o menos nosotros hemos hecho. El propósito correcto requiere que una persona observe sus propias impugnaciones o argumentaciones y las mida desinteresada y apropiadamente para corregirlas. La Sombra es el campeón, notorio y oscuro, del ego. Cada vez que piensa que debe perpetuarse para matar al dragón – especialmente si es un pequeño dragoncito – el ego tiene un problema. La irritación crónica por trivialidades puede ser fácilmente controlada. Aprendemos a decir, “No es nada,” o “¿Y qué?”. Nos decimos que tenemos dos opciones, “enojarnos” y quitarnos el enojo. Problemas de una naturaleza más aguda demandan una atención más severa. Supongamos, por ejemplo, que el Muchacho cogió prestado el automóvil de su papá para llevar a su novia a la fiesta de graduación. Él jura ceremoniosamente que nunca beberá o fumará marihuana, ni dejará a nadie hacerlo en el automóvil. Entonces, naturalmente, él, su novia y cuatro muchachos más, se retiran temprano de la fiesta, se emborrachan, se drogan y, ‘con nuestro Muchacho detrás del volante’, chocan otro automóvil. (¿Creen ustedes que esto no pasa?). Su novia, que no estaba usando su cinturón de seguridad para no arruinar las flores de su corpiño, salió disparada a través del parabrisas del automóvil y necesita cirugía plástica por los diez años siguientes. Los cuatro que estaban sentados en la parte de atrás, salieron dañados de tal forma que tiene que invertir en su rehabilitación una cantidad de seis dígitos en una semana. Las dos personas que montaban el otro automóvil, que eran padres de tres hijos, están en el hospital en la unidad de cuidado intensivo. Nadie sabe si quizás ellos vivan para unirse a la eventual demanda legal. El Muchacho salió ileso del accidente con unos pocos rasguños. Esta es una prueba de control de la cólera. Entre el abogado y ‘la fianza’ (el depósito de garantía para poder estar libre mientras llega el juicio), el Padre se gasta el dinero que había guardado para la educación universitaria del Muchacho. (El abogado quiere su dinero por adelantado porque sabe que ‘Papá’ estará con los bolsillos rotos antes de que el caso sea adjudicado.) Él mira la póliza de seguro y los reportes del banco, coge la calculadora, y le dice a ‘Papá’ que se prepare para la posibilidad de que el Muchacho sea juzgado por homicidio casual, y añade que de cualquier forma, el Papá enfrentará penas de multa y una inevitable multitud de demandas civiles que cualquiera de ella puede resultar en la bancarrota. “Dile ‘adiós’ a tus posesiones”, le dice el abogado. “Lo has perdido todo.” El muchacho recientemente sacado de la cárcel por Mamá, llega a la casa y el padre desde la ventana de la sala observa su llegada. ¿Cómo Papá deberá saludarlo? ¿Qué haría Buda? Supongamos que el hijo de Buda, Rahula, cogió su alazán favorito, Kantaka, para ir a una fiesta, después de haberle prometido a su papá que se mantendría perfectamente sobrio y que cuidaría perfectamente al caballo. Entonces Rahula se emborrachó, amarró a Kantaka a una cuadriga, montó a cuatro de sus amigos en ella y lanzó al caballo con cuadriga y amigos hacia una multitud. Los daños eran muchos y muy serios. Kantaka estaba arruinado. Nadie deberá imaginarse que el Buda permanecería en su Serenidad Interna cuando primeramente fue informado del ‘accidente’. Hasta cierto punto, serían todos sus discípulos los que le quitarían sus manos de la garganta del muchacho. El Buda era un hombre y un hombre puede encolerizarse. Jesús echó a los mercaderes del templo y no estaba calmado cuando lo hizo. Así que a Papá se le permite que se encolerice. Es entonces, mientras que él está considerando varias formas de ejecutar a su primerizo, que observa al Muchacho caminando hacia la casa. Si Papá es listo, se retirará al sótano de la casa y evitará al Muchacho hasta que su furia se modere. (El apartarse físicamente es para la indignación lo que un torniquete es para una vena desangrando.) Papá debe ir al sótano porque desdichadamente, el no puede salir en su automóvil, dado que ya no tiene ninguno; tampoco puede ir a dar una larga caminata porque está muy avergonzado para enfrentar a cualquiera, y tiene miedo que le den una paliza o le peguen un tiro. Las victimas, después de todo, son sus vecinos. Así, que el sótano o un armario es un buen lugar para refugiarse, por lo menos hasta que el Muchacho esté seguro en su habitación. Ahora es el momento para que Papá trate de controlarse a sí mismo. Increíblemente, nosotros nos auto-controlamos en tales momentos recurriendo a esos viejos clichés o fórmulas que siempre se escapan de nuestros labios cada vez que tratamos de consolar a alguien. Tenemos un repertorio extensivo de comentarios sagaces – algunos a favor y otros en contra del mismo asunto – que verdaderamente confortan e iluminan. (Nosotros debemos pensar de esos comentarios o máximas como bálsamos que usa el ‘Yo’ para sanar la furia y el sufrimiento.) Papá, debería por lo tanto, penetrar en lo profundo de su ser y extraer algunas para considerarlas conscientemente, como por ejemplo: 1. Sólo por la gracia de Dios, yo actúo . (Papá debe recordar todo el tiempo que él guió un automóvil cuando él era pretencioso. El se salió con la suya. El Muchacho no fue tan afortunado.) 2. Los muchachos siempre serán muchachos . (Fue la fiesta de fin de graduación que el Muchacho estaba asistiendo, no una reunión del Consejo de Seguridad. Él sabía que el Muchacho era por definición inmaduro. Muchos adultos prometen mantenerse sobrios pero todavía beben y manejan. ¿Qué podría él haber esperado de un chiquillo que se deja llevar de la excitación al concurrir su primer baile formal? 3. Él que quiere su celeste, que el cueste . (Nadie le sostuvo una pistola en la cabeza del Papá y lo forzó a que preñara a Mamá. Esta fue su propia idea. Si él no quiere una carga de niños que criar, no debió haber tenido ninguno.) 4. Con lo dulce viene lo agrio . (El Muchacho no es malo. De hecho, es bastante bueno. Ha hecho miles de cosas bien hechas. A la verdad, esta sola cosa que ha hecho mal, más que desequilibrar las cosas correctas... bueno, después de todo, él no planeo el accidente. Él no dañó a nadie maliciosamente. Él sólo hizo un error. El Papá orgullosamente siempre estuvo a su lado en los tiempos buenos. ¿Puede abandonarlo ahora en la desgracia?) 5. Lloré porque no tenía zapatos hasta que me encontré un hombre que no tenía pies . (Podría haber sido peor. El Muchacho podría haberse muerto. Las lágrimas de Papá derramándose podían haber llenado hasta el borde el ataúd que contenía los restos de su orgullo y felicidad, que en una ocasión el gran muchacho le había dado.) 6. ¿ Por qué tirarle más agua a un hombre que se está ahogando ? (¿Qué bien se obtendría gritándole al chiquillo o pegándole? Las cosas se pondrían peor. Un abismo entre él y el Muchacho no los sacaría a ninguno de los dos del problema que se encuentran. Piensa lo que esto le ha hecho a la vida del Muchacho. ¡Dale un chance al Muchacho, por Dios! Papá finalmente comienza a identificarse con el Muchacho. ¿Cómo el Muchacho va a enfrentarse con las personas? Los muchachos son crueles. Papá puede sobrevivir la desgracia. Sus amigos y asociados pretenderán tener lástima. Ellos contendrán su critica hasta que Papá cometa el error de criticar a alguno de ellos por algo. (Papá anota mentalmente nunca criticar a nadie por nada en la vida.) Pero los muchachos son diferentes. Ellos atormentarán al Muchacho acerca del accidente, por años. ¡Pobre Muchacho! Él tiene que enfrentar a sus victimas y a sus amigos. Y él está tan desolado en su culpabilidad como ningún ser humano posiblemente pueda estar. Después que Papá se ha identificado con su Muchacho, puede dirigir su atención a las victimas de él. Comienza realizando que la tarea más importante a la que tiene que enfrentarse es rectificar el daño. El Papá sabe que no es suficiente decir, “Bien, para eso yo pagué todas las pólizas de seguro.” Hay responsabilidades morales que tienen que ser cumplidas. Él y el Muchacho tienen que ir al hospital y enfrentar a las víctimas y a sus familias. El Papá se imagina los daños... el dolor y el sufrimiento... la cara desfigurada de la jovencita. Él piensa acerca del padre de ella. El Papá tiene una hija también. Piensa acerca de ella. Llora. ¿Qué es la bancarrota comparada con la destrucción de un semblante dulce y amoroso? Es en ese momento, el momento en que el Papá comienza a ver el accidente desde otro punto de vista, que él finalmente ha obtenido el control de sí mismo. Ahora le es posible rezar. Reza para que el herido se recobre. Reza para que no haya otra causa de dolor ni sufrimiento para nadie más. Reza para el Muchacho que está arriba en su habitación y que tiene un problema de vida eterna sobre sus hombros. No hay final por las cosas que el Papá está rezando. Ahora es tiempo de ir a poner una mano confortante sobre el hombro del Muchacho. El cerebro humano parece organizar la realidad alrededor de los clichés. No hay mejor forma – quizás no hay otra forma – para conquistar la cólera o la angustia que usar esas máximas, proverbios, parábolas y esas cosas por el estilo que nos ayudan a pasar la crisis. Por supuesto, si una persona está dominada por la cólera y la angustia y se encuentra a sí misma en un peligro eminente de perder el control y hacer algo que seguro se arrepentirá más tarde, debe inmediatamente consultar a un doctor. Una vez que su crisis emocional ha sido dominada, una consejería por largo tiempo con un psicólogo o un eclesiástico puede ser obtenida. Él puede ver cualquier consejero o consultor entrenado. (Cualquiera menos un cantinero. Ellos no hacen ningún bien.) El auto-control es ganado a través de la consideración racional de la situación. Los viejos antídotos tales como contar hasta diez no valen nada si ellos no son seguidos de una mirada compasiva para el antagonista. Decirles a las personas que se tranquilicen es suficiente para alzar el nivel de su cólera. Peor que todo, son esos intentos como, “¡Rehúso dejar que ese miserable tal-más-cual se apodere de mí! ¡Él no vale la pena de mi desesperación! ¡Tengo que considerar el origen de todo eso!” Los budistas se suponen que consideren el origen no para acusar o condenar, sino para entender cómo eso llegó a ser lo que es. Zhuang Zi (Chuang Tzu) preguntó a sus seguidores daoístas: “Suponte que estás cruzando un río en un bote de remos y otro bote vacío, viene a la deriva en la corriente hacia ti. Puede que seas el hombre más irascible en el mundo, pero todavía no puedes darte el lujo de perder tu control. Cuidadosamente harías lo que fuera necesario para evitar la colisión o minimizar cualquier daño.” “Pero suponte que había un hombre en el otro bote. ¡Bien! A medida que lo ves acercándose hacia ti, le gritarías que tuviera cuidado, que mirara por donde iba, y que maniobrara su bote lejos del tuyo. Si todavía él continúa en la misma dirección le gritarías, lo maldecirías y lo retarías; y si continúa viniendo hacia ti y está a una distancia peligrosa, probablemente le pegarías con tu remo incluso si eso significa que lo tumbaras del bote y se cayera al río.” “Aunque el problema en ambos ejemplos era precisamente el mismo, el bote vacío no provocaría la cólera mientras que el ocupado sí la provocaría.” “Considera tu cólera y el daño que causa. Considera también que si vives tu vida tan vacía de apegos como el primer bote, ¿quién querrá dañarte?” El celo es otra forma de enojo o cólera. Casi siempre resentimos que alguien gane en estatus. Los egos no hacen fácilmente el papel de espectador en la actuación exitosa de otro. El mejor amigo del celo es el placer derivado de las desgracias de los otros, el sentimiento dulce y secreto que obtenemos cuando nos enteramos de los infortunios de alguien. Si se dejan abandonados, los celos y ese placer derivado de los infortunios de otros nos motivan a conducirnos en mucho menos que una forma honorable. La auto-crítica revelará la vileza fundamental de esas emociones. “Un hombre puede conquistar diez mil hombres en una batalla”, dijo el Buda, “mientras que otro hombre puede conquistarse a sí mismo. Y este hombre, es el más victorioso de todos los conquistadores.” Después que hemos liberado nuestros egos de participar en las cualidades de los nombres y las cosas, y después que hemos ganado el control de nuestras emociones destructivas, encontramos que aunque hemos hecho grandes progresos espiritualmente, todavía no nos hemos ocupado del Diabólico. Todas las religiones ordenan a sus devotos que eliminen, subyuguen, conquisten y aniquilen su Enemigo Sombra. La instrucción es generalmente como sigue: Incluso cuando un hombre se arrodilla en oración, si él siente cólera u odio hacia otra persona, debe dejar su oración e ir a esa persona para hacer la paz; mientras él cultive el menosprecio en su alma, él no debe rezarle a Dios. “Ama a tu enemigo.” La orden es la misma en todas las religiones. Es fácil decir, “Bien, primero debes realizar que tu enemigo no es una persona peor ni mejor que tú.” “¡Oh!” Respondemos, “¡Esto es un gran problema! Entonces procedemos a hacer una lista de las diferencias. “Sé comportarme en la mesa. Él come con la gracia de un puerco. Me gusta Bach. ¡A él le gusta Tchaikovsky! Él le pega a su esposa indiscriminadamente. Yo le pego también, pero por lo menos, antes de pegarle compruebo que lo merece”. No tenemos final para las distinciones satisfactorias que hacemos cuando nos comparamos con otras personas que nos disgustan. Mientras más odiamos a nuestro enemigo, mayor será su poder sobre nosotros. Dado que él puede levantarnos y motivarnos en la forma que ninguna otra persona puede, nuestros sentimientos acerca de él son casi nunca ambivalentes o indecisos. Son más bien de condena que de apruebo, decimos con completa convicción, “El amigo de mi amigo es posiblemente mi amigo, pero el enemigo de mi enemigo es definitivamente mi amigo.” ¿Qué entonces, haremos cuando un compañero de trabajo nos disgusta, o estamos seguros que nuestro vecino está poseído por el diablo, o estamos convencido que nuestra suegra le da mucho gusto nuestra irritación, o sospechamos que el Réquiem para la raza humana serán cantado en un idioma español no castizo? Primero, debemos recordar el budismo básico. Es fundamental para la creencia budista el conocimiento de que los egos son no-existentes y que la única identidad real que una persona tiene es el Yo, el Yo que es idéntico en todos los individuos. Esto significa que tú y yo somos una unidad, no dos. Y cuando vemos la Naturaleza Búdica en un individuo y vemos también que el individuo no ve la Naturaleza Búdica de él mismo, sentimos compasión por él. (Hay un maravilloso Hua Tou acerca de esto en el Chan: “¿Por qué, cuando sé que no existes, trato de salvarte?”) Debemos también de tratar de ponernos nosotros mismos en el lugar de nuestro enemigo y vernos desde donde suponemos que sea la superioridad de su nivel inferior de consciencia. Recordando como el mundo nos lucía cuando estábamos perdidos en el Samsara, consideramos las faltas en su visión reflexionando a medida que recordamos nuestra propia historia miserable de percepciones ridículas e imparciales. Es siempre de mucha ayuda hacer una lista de todas las personas, individuos y grupos que nos disgustan por una razón u otra. Un maestro Chan discutirá cada uno con nosotros; pero en la ausencia de un maestro, podemos conducir la investigación nosotros mismos. Asumamos que Jerry, habiendo sido torturado y ridiculizado por culpa de la irresponsabilidad de Tom, ha decidido que Tom es el objeto fijo de su enemistad. (Jerry, contemos lo que pasó, le prestó a Tom una gran suma de dinero y Tom se la pagó con un cheque sin fondo, que rebotó, causando que todos los cheques que Jerry había escrito en contra de él rebotaran también.) Por el bien del argumento, digamos que Jerry escuchó a sus consejeros religiosos quienes lo aconsejaron a ser magnánimo y no enjuiciar a Tom. Jerry, haciendo lo que pensó que era lo mejor posible, trató de honrar todas sus obligaciones con sus acreedores, empleados y familia y triunfó solamente en llegar a ser un ex-hombre de negocio divorciado, y con problemas de alcohol y del hígado. Él se reprimió con el odio hacia Tom hasta que extinguió esa y otras pasiones durante su estadía en el ‘Pantano’. Finalmente se tiró a sí mismo a la merced de Buda y de un buen maestro Chan y fue salvado. Ahora, el maestro de Jerry le dice que no es suficiente que no tiemble más a la mención del nombre del Tom. Él debe perdonarlo y amarlo. Al oír esto, Jerry levantó la ceja y replicó que a él pronto se le ordenaría escalar el Everest desnudo y en zancos. De todas formas, él le ordena que perdone y ame a Tom. Su maestro puede ayudarlo invitándolo a participar en un juego – un juego mortal y muy severo y solemne. Dado que Jerry quiere hacer un intento final para escalar la cima del Nirvana, el consiente jugar. e le dice a Jerry que pretenda que Tom está en el Pantano y que el Buda personalmente va a decidir, si lo saca o no lo saca, hacia la orilla de la salvación. Es el Día del Juicio para Tom. La Corte está en sesión con el Buda presidiéndola. Para su sorpresa e incomodidad extrema, Jerry es nombrado consejero para la defensa. El Buda reconoce la larga lista de las felonías de Tom y dice que si Jerry puede convencerlo para olvidar sus ofensas, Él salvará a Tom. Pero – y aquí está la sorpresa del evento – si Jerry fracasa al defender a Tom, Él los enviará a los dos de nuevo al Pantano, permanentemente. (¡Ah, si esos arreglos se pudieran hacer con los abogados en el mundo real!) La propia salvación de Jerry depende del éxito en demostrar las circunstancias atenuantes de las acciones de Tom. Él deberá implorar por el caso de Tom y hacerlo muy bien. A medida que Jerry mueve su cabeza incrédulamente, su maestro Chan le grita, “¡Debes purgar - remover y eliminar - tú mismo ese odio corrupto! Debes exorcizar ese Diablo.” No hay nada más difícil, en la religión, que hacer eso. Jerry debe comenzar a entender las razones que Tom tuvo para ser de la forma que es y actuar de la forma que actuó. Él debe ver al ego de Tom indefenso en contra de las fuerzas de su deformación y, deformado sin ninguna defensa para transformarse a sí mismo sin la intervención del milagro del amor divino. Jerry debe ver que él, él mismo, es una manifestación de ese amor divino y que él es igualmente, privilegiado y obligado a radiarlo. Su odio le ha robado la humanidad a Tom, y ahora él debe restablecérsela. A medida que Jerry comienza a buscar excusas para defender a Tom (dándole a Tom el beneficio de cada duda) él puede enfermarse, esta purga es una tarea muy ardua y horrenda. Pero cuando él termina con su investigación y la preparación de su caso e imagina en su mente que él ha alegado, suplicado e implorado por Tom, él experimentará un jubilo enorme. La euforia, como esa, es solamente sentida después de una experiencia inicial de un samadhi profundo, llenando a Jerry tanto, como si fuera con helio. Él estará tan jubiloso y eufórico que sus pies no querrán estar sobre la tierra. (Es vigorizante y excitante estar libre de odiar a alguien.) Nada puede detener a Jerry ahora. Su mente está madura. Él es un candidato para el Satori. Cuando esto ocurre, él sabrá que si no hubiera sido por el bueno de Tom, no hubiera podido experimentar el Satori. ¡Karma! El Correcto Pensamiento o Propósito también requiere que le demos a todas nuestras acciones un poco del mismo pensamiento que le damos a la acción simple que hacemos en los juegos o en los deportes que jugamos. Nosotros no movemos un peón, ni tiramos una carta, ni ponemos un bateador de emergencia, ni hacemos una jugada riesgosa sin estar preparados para las consecuencias. Antes de hacer tales decisiones debemos preguntarnos a nosotros mismos, “¿Qué posibles vías están abiertas para mí? ¿Qué trayectoria brinda el éxito mayor, a largo o corto plazo? ¿Causará el éxito algún problema? ¿Qué estoy arriesgando si fracaso? ¿Puedo sobrevivir la pérdida? ¿Puede que ocurra un éxito o un fracaso parcial? ¿Cuál será, en todo caso, mi próxima maniobra? ¿Cuál será, más o menos, la próxima maniobra de mi adversario? Y así sucesivamente. El Chan requiere que nosotros no sólo analicemos e investiguemos nuestros deseos, sino que determinemos el por qué los deseamos, y entendamos todas las consecuencias implicadas en el obtener lo que hemos querido; así también incluidas en nuestro plan de acción, estarán las provisiones para el fracaso. Debemos decidir con anterioridad lo que ha de sustituir eso que queremos, si hay un fracaso, cuáles serán nuestras alternativas aceptables. Si no podemos tener nuestra primera opción, ¿cuál es la segunda? ¿Y la tercera? Tal preparación sirve para limitar la cantidad de ego que invertimos en nuestros esfuerzos. Ya no tenemos nuestro corazón solamente en lograr una sola meta, ni estamos devastados por el fracaso o el logro parcial. También, mitigamos la excitación del ego inflado por el triunfo, dejándole saber, que hay posibilidades de que las sustituciones no hayan sido enteramente inaceptables, y estando consciente que el éxito, también, puede tener un lado malo. A este nivel, el Correcto Pensamiento funciona como un proceso racional e imparcial de balance. Pero a un nivel más profundo encontramos que los polos del éxito y el fracaso comienzan a moverse firmemente hacia la línea media de la ecuanimidad. “Si no es esto, es aquello,” decimos. “Esto esta bien, pero eso podría haber estado aceptable también.” “Esto no está tan malo. Podría haber sido peor.” Pronto, desarrollamos ese equilibrio tranquilo que es tan característico del Chan. Una vez que la ecuanimidad o el equilibrio es obtenido, la Disciplina de las Oportunidades del Correcto Pensamiento nos capacita a despegarnos de los frutos de la labor. El producto terminado llega a ser extraordinariamente menos importante que la ejecución del trabajo. Eliminando la ansiedad, nos liberamos de dedicar la atención completa a nuestra actividad o rutina. El resultado sorpresivo de esto es, que cuando la emoción y el prejuicio se eliminan de nuestras preferencias u opciones, nuestras opciones mejoran. Ésta, por supuesto, es la razón del por qué los cirujanos no operan a sus hijos y los abogados no se defienden a ellos mismos. El Correcto Propósito demanda ambos, el auto-control y la merced. “¿Qué es el Zen?” Pregunta el principiante. “Una caldera de aceite caliente sobre un fuego estridente,” replica el maestro. En la vida religiosa, las personas frecuentemente se encuentran a sí mismas transportadas por las experiencias espirituales. Una maestra fácilmente llega a ser un avatar y el estudiante un devoto. Una persona madura – una que ha conocido el amor del humano adulto – es más probable que permanezca honesta en su apreciación acerca de la santidad de otro hombre; pero una persona inmadura frecuentemente le duele arrodillarse ante aquellos que ella ha idolatrado. Por esas razones no debemos aplicar los mismos requisitos de represión emocional o control a las personas jóvenes que no han tenido todavía a oportunidad de satisfacer las relaciones naturales. Y ciertamente nunca debemos alentar a los adolescentes a entrar en los monasterios. La abstinencia forzada del contacto humano es el equivalente espiritual del atrofiar los pies envolviéndolos desde la niñez. Las personas jóvenes necesitan obrar entre sí recíprocamente o sea interactuar, para aprender y crecer. (Debemos experimentar la vida antes de que podamos llegar a estar desilusionados de ella.) Correcto Propósito requiere que no seamos ni esclavos ni maestros de la devoción. Tal independencia nos exige – y aquí esta la paradoja central de la vida religiosa – que poseamos un ego que sea fuerte suficiente para resistir los ataques de los arquetipos, pero ‘débil’ o retraído suficientemente para aceptar una existencia solitaria y humilde. En el Camino o la ‘Vía’ dejamos nuestras viejas relaciones calmarse, tranquilizarse. Ya hemos tenido suficientes ataques intensos de celos, ira y pasión. Esta calma no requiere que ignoremos los amigos, los padres, las esposas o los hijos. Requiere simplemente que ‘no nos inmiscuyamos’. Con la excepción obvia de nuestros propios hijos dependientes de nosotros, cesamos de involucrarnos en los problemas de otros y terminamos de dejar que ellos que se involucren en los nuestros. Podemos estar disponibles cuando realmente se nos necesita; pero debemos ser cuidadosos en no permitirnos llegar a ser proveedores de una labor gratuita, o de tales servicios profesionales como los que son propiamente ofrecidos por los psicólogos, abogados, decoradores interiores, consejeros matrimoniales, consejeros financieros, y así sucesivamente. Podemos ser buenos amigos sin tener que charlar diariamente. Podemos ser buenos miembros de la congregación sin siempre ofrecernos para trabajar en las tareas de las juntas u otros trabajos. A medida que luchamos para no necesitar y no ser necesitados, nos liberamos y cesamos de encontrar el significado de nuestra vida fuera de nosotros mismos. Las personas nuevas en el Camino frecuentemente se retractan de lo que parece ser una eliminación emocional. Nadie sin embargo hace el ascenso cargado con una carga sentimental. Nadie se levanta si su espíritu está atado con lazos familiares. Aquí está Jesús en el asunto: “Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su vida, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14:26). ¿Odio? La palabra es terrible. En el Budismo la metáfora es en añadidura exagerada pero en la extensión llega a ser de alguna forma más lógica: Decimos que debemos “matar” a aquellos que amamos. Esta destrucción de las relaciones personales es clarificada en el siguiente intercambio entre una novicia y el Maestro Chan Deng Shan: “¿A quién debo eliminar?” pregunta la novicia. “Todo lo que vive en tu vida debe morir”, replica Deng Shan. “Pero, ¿y mis padres? ¿Debo matarlos?” “¿Quiénes son ellos para dejarlos vivir?” “Y usted, Maestro. ¿Debo eliminarlo también?” “No hay suficiente de mí para que pongas tus manos sobre eso.” De todas las proyecciones que un individuo pueda hacer sobre otro, las proyecciones románticas (la del Anima / Animus) son las más difíciles de controlar. Solamente un tonto trataría de hablarse a sí mismo o a alguien para que dejara de estar enamorado. Si las oraciones se están haciéndose correctamente deberían decir, que nuestro amado no esté casado y si lo está, que nuestro querido esposo no sea violento. De hecho, mientras mayores son nuestros esfuerzos para racionalizar nuestra salida de una atracción sexual por alguien, nos involucramos más profundamente. El amor romántico, como el sistema legal de la sociedad, tiene que seguir su curso. La atracción sexual solamente se atenúa con el tiempo y la distancia, o quizás, con el tiempo y la cercanía. Si por otra parte, nos encontramos a nosotros mismos flotando en el aire pensando en Tara, estamos en aguas profundas y mejor que seamos campeones de natación si intentamos subsistir por un tiempo. Solamente los Budas y las mujeres en sus ‘otras’ identidades andrógenas o hermafroditas hacen el amor con Tara. Juzgando por las victimas, las diosas permiten a los hombres maduros cortejarlas pero ellas tienen la tendencia de llegar a incomodarse con los cambios presuntuosos que salpican las albergas divinas. Las historia tristemente observa muchos hombres que en su devoción esclavizante a la diosa se castraron ellos mismos emulándose en actos de sacrificio, o en demostración de la inocencia de sus intenciones, o simplemente para liberar su adulterio divino de la competencia humillante de la lujuria ordinaria. La mayoría de los hombres, afortunadamente, están contentos con limitar sus devociones a unas formas de adoración menos quirúrgica. Si comenzamos a tartamudear cuando discutimos con nuestro gurú, eso está muy bien si somos doce. Si somos veinticinco, tenemos que recordarnos a nosotros mismos que él, es meramente un ser humano de carne y hueso, que por cierto posee una visión interna que ayuda a los problemas espirituales. Si estamos ciegos de sus faltas solamente lo convenceremos que él no tiene ninguna; y entonces, sólo económicamente puede él beneficiarse de nuestras copiosas atenciones. El verdadero respeto por un individuo no requiere un latido rápido del pulso, una entonación sin aliento, o un cheque en blanco.
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Última modificación:
December 03, 2004
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