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Conexiones
Traducido por Miguel Conde D'Arbell (Zhèng Chè)
desde Ciudad México. Traducción presentada el 29 de septiembre de 2002
Todas las religiones en su base - la del plano de los ciudadanos ordinarios - son simplemente una forma de civilización. Fijan sus mandamientos, sus preceptos, Yamas y Niyamas; y a través del medio casi infalible de la amenaza del castigo y de la recompensa prometida, imponen la ley y el orden en una comunidad. Nadie ha mejorado alguna vez ese sistema. Así como distinguimos múltiples diferencias entre los participantes y las prácticas de distintas religiones - especialmente entre los fanatismos extremos de bajo nivel - también vemos que cada religión tiene una escala mística por medio de la cual sus miembros en lo individual pueden ascender espiritualmente. Y, asombrosamente, la gente que asciende y los métodos que emplean para llegar son extrañamente idénticos. En la escala mística, todos los santos son santos y todos los libros sagrados consagrados están. ¿Por qué - podemos preguntarnos - en la base, las personas somos tan disímiles mientras que aquellos que alcanzan metas espirituales, esos estados místicos exaltados, llegan a ser tan idénticos, al punto de ser permutables? La respuesta es simplemente que la geografía y la cultura tienen todos los ingredientes para hacer una religión, pero ninguno para construir la espiritualidad. La capacidad de un ser humano de experimentar la gracia divina está genéticamente codificada. Y las metodologías para alcanzar tal exaltación espiritual se basan en los mismos hechos fisiológicos universales. Un viejo cuento Hasídico(1) ilustra el punto: Aconteció que un gran Rabino programó una visita a un pequeño pueblo. Como era la costumbre, los religiosos superiores del lugar se encontrarían con él para plantearle sus problemas espirituales y el Rabino respondería a todos sus preguntas. La visita de un Rabino era considerada como un gran honor y debido a ello, sintiendo la presión de tan significativo acontecimiento, cada anciano lidiaba con la intimidante tarea de formular una pregunta apropiada, que no sólo le ayudará a superar el obstáculo espiritual, sino que también reflejara su piedad, madurez, inteligencia y alcance. ¿Qué cuestión debían formular? ¿Cuál era la pregunta? ¿Y cómo expresarla? Al caer el atardecer previsto, en medio de un ambiente de agonía por la incertidumbre competitiva, el Rabino llegó al pueblo. Él estaba acostumbrado a situaciones como ésta. Fue conducido a la biblioteca del templo y permitió ser ubicado en la cabecera de una gran mesa. Los ancianos se sentaron en torno a ella, pero después de arrastrar las sillas y de ajustar sus trajes, hubo silencio. Los anfitriones miraron fijamente al Rabino sin saber qué decir. Repentinamente el gran Rabino empezó a tararear una vieja canción Hasidic. Los ancianos se miraron unos a otros con curiosidad y cortésmente empezaron igualmente a tararear. Entonces el gran Rabino se puso a entonar la canción, y los otros también cantaron. Pronto el gran Rabino se puso de pie y mientras cantaba comenzó a repicar con el pie y a palmear al ritmo de la melodía. Los demás le imitaron. Después levantó los brazos y chasqueando los dedos bailó en pequeños círculos alrededor de la mesa; los otros le siguieron alegremente, bailando, cantando, chasqueando y dando vueltas y vueltas en círculo. Y después de que todos juntos habían cantado y bailado con regocijo, volvieron a sus sillas. El Rabino aclaró entonces su garganta: "Confío en que todas sus preguntas han sido contestadas", dijo. Si ignoramos la arquitectura y el vestido, ¿podríamos distinguir alguna diferencia en una reunión de Religiosos Sufí, danzando con la música en un momento trascendental? ¡No!, ni tampoco con quienes giraban al ritmo de "The Grateful Dead", una famosa banda roquera que representaba la escena social y musical de San Francisco en los años sesenta. Y si miramos a los participantes en la danza ceremonial "Pow-Wow" de los indios de Estados Unidos, ¿no encontraríamos el mismo repiqueteo rítmico de los pies dando vueltas al son del tambor? ¡Sí! El poder de atracción de un sonido zumbador lo hemos oído muchas veces cuando el "Mu" o el "Om" son cantados en nuestro ashrams y Zendos. En cuanto a la canción, allí también encontramos la misma cadencia estimulante en la respiración y el ritmo formulado verbalmente en nuestros ashrams y Zendos, cuando - por ejemplo - el gran Dharani a Guan Yin es recitado al unísono por las congregaciones del templo. Un grupo de monjes que entonan un canto Gregoriano puede hacerlo con aparentemente menos brío, pero siempre lo hará con la misma profunda emoción. Y el palmoteo junto con el estampar de los pies, y los brazos y las voces levantándose en una canción... esto puede ser visto fácilmente como una Reunión de Revitalización Evangelista con su coro de cantantes. La gente es la gente, y cuando procura unir su espíritu a Dios existe un número limitado de maneras de hacerlo. La pregunta es ¿por qué estas maneras funcionan con todos? Recientemente y muy extrañado, Itzhak Bentov, un ingeniero mecánico de profesión y observador de las expresiones espirituales por entretenimiento, aportó una idea en torno a esta cuestión. Bentov estudió y midió el efecto de los movimientos autogenerados en el cuerpo de quien medita. Usando como sujeto de estudio a una persona sentada, aparentemente inmóvil mientras practica profundamente una respiración controlada, el ingeniero identificó cinco movimientos ondulatorios distintos que, por el ritmo del trance, amplificaron beneficiosamente sus efectos, conduciendo al estado meditativo. La resonancia oscilatoria principal - el sistema de pulsaciones corazón/aorta - transportó a los otros cuatro sistemas produciendo un campo magnético fluctuante alrededor del cerebro. Según Bentov, el latido del corazón y la onda permanente producida en el largo estiramiento de la aorta crean una oscilación de aproximadamente 7 Hertzios en el esqueleto, incluido el cráneo, desde luego. Este movimiento produce en el cerebro aceleraciones hacia arriba y hacia abajo, acción que genera ondas acústicas plenas reverberando en frecuencias medibles en kilohercios. Estas ondas conduciendo permanentemente reverberaciones dentro de los ventrículos cerebrales, anota Bentov, "estimulan mecánicamente la corteza cerebral, dando lugar eventualmente a un estímulo que viaja en un circuito cerrado alrededor de cada hemisferio. Semejante estímulo itinerante puede ser visto como una "corriente" y, como consecuencia de estas corrientes circulares, cada hemisferio produce un campo magnético vibrante. Estos campos son de polaridades opuestas". Bentov ilustra así el camino de estos estímulos: Ilustración a la derecha: Sección transversal del hemisferio izquierdo del cerebro. (Ilustración tomada del Micromovimiento del cuerpo como factor del desarrollo del sistema nervioso --"Micromotion of the Body as a Factor of the Development of the Nervous System" - de Bentov, publicado en Kundalini, Evolution and Enlightenment, corregida por John White, Anchor Books. Después de exponer los resultados de sus experimentos, Bentov concluye: "En consecuencia, sentados meditando con tranquilidad, lentamente activamos cinco oscilaciones armonizadas. Una a una estas oscilaciones van cerrando internamente su ritmo. Eventualmente esto da lugar al desarrollo de un campo de pulsaciones magnéticas alrededor de la cabeza. Cuando esto ocurre se pueden observar simultáneamente otros cambios característicos y automáticos en el funcionamiento de los sistemas nervioso y circulatorio. El propósito de la meditación es causar estos cambios...". Conseguimos una imagen de estas ondas circulantes sumergidas en el cerebro e inmediatamente recordamos el término "vritti", al que tan frecuentemente alude la literatura Oriental de la meditación. Viritti es un torbellino, una pequeña inspiración que produce una idea y conlleva una purificación, un efecto de clarificación. Y de verdad, cualquiera que ha experimentado el Satori habla de la sensación de que su cerebro rota hacia atrás en su cabeza, dando vueltas alrededor, como si el ego fuese sumergido, totalmente sumergido bajo el peso de una mano divina, o encogido hacia la nada por una centellante mirada divina. La activación de un Chakra es experimentada de la misma manera como un torbellino de energía. También se experimenta la sensación peculiar de una suave luz detrás de la cabeza que pulsa suavemente y el enorme fulgor frontal de una luz blanca que detiene el aliento y borra todo, excepto a eso mismo. Pero el gran Rabino bailó como nuestro querido Rumi baila y ahora nosotros nos preguntamos a qué grado un movimiento rítmico poderoso afecta la medula espinal. ¿Este sendero vital puede ser encausado para la trascendencia espectacular - la euforia que conduce al éxtasis y el éxtasis al Samadhi o Unión Divina? Hmmm. ¿Cómo las diversas actividades rítmicas del cuerpo resuenan con esta armonía celestial? Sabemos que existe un corredor alto. Después de 10 minutos, para que - incluso por rutina - una persona pueda entrar en una zona donde el tiempo es cancelado, donde los pensamientos mundanos desaparecen y solo queda el golpeteo rítmico de los pies sobre la dura superficie, una onda de percusión viaja a través de las piernas y de la espina dorsal hasta el cerebro. Muchos atletas corren solo por esta razón: por recobrar una y otra vez aquellos momentos de entrada en el recinto eterno, "fuera del tiempo". Nota de la Rev. Yin Zhi Shakya: [Joseph Campbell, en su última entrevista para la televisión concedida al periodista Bill Moyers, poco tiempo antes de su muerte en 1988, explicó que su primera experiencia de entrada al 'Recinto Eterno' o 'epifanía' - como también se le llama - la cual mantenía en su mente como algo inolvidable, había ocurrido cuando corrió la carrera que ganó en las Olimpiadas 'unos cuantos años atrás', cuando era joven. - Sabía que iba a ganar desde 'casi' el comienzo de la carrera - dijo. ¡Había entrado en el Recinto Eterno!] Y la carga sexual del Samadhi, el delírium exquisito en el cual los centros del placer del cerebro son alcanzados clara e inequívocamente, se conecta - según la antigua erudición china - activando el Meridiano del Riñón desde su punto de origen, que se ubica inmediatamente detrás de la parte anterior de la planta de pie. En la maravillosa película china "Hang The Red Lantern", cuando una de las esposas es elegida para unirse al maestro en su dormitorio, un criado entra a su dormitorio y golpea cuidadosamente las plantas de sus pies, estimulando ese punto sexual crítico. Esto también está en el rítmico zapateo del baile. El golpeteo de las nalgas que practica un yogui cuando asume la postura Mahabheda o la presión anal que produce el cojín 'man tou' que exagera las pulsaciones de la sangre en la base de la espina dorsal - en que todo parece unirse mágicamente, los fetiches del pie, las flagelaciones, las rítmicas recitaciones de los mantras, la cadencia en la respiración - todo abarcando un arsenal de métodos que los seres humanos de cada cultura pueden emplear para ascender a alturas espirituales. Bentov explicó científicamente por qué sentarse en meditación fructifica. Enfocamos internamente nuestra atención; nos concentramos en el palpitar de nuestro corazón o en el pulso de nuestra Hara - ese profundo punto del abdomen donde la aorta se bifurca; mentalmente repetimos el nombre de Buda o entonamos "Om" sosteniendo la "m" mientras nuestros labios se cierran y vibran suavemente; y uno por uno los sistemas rítmicamente se conducen y se unen acumulando la fuerza para llevarnos hacia arriba, peldaño a peldaño, hacia el paso final de la Unidad. Intentar esta clase de comunión es lo mejor para cuando estamos solos; y después esto es verdaderamente dulce, más allá de lo descriptible. Pero para las reuniones o para superar obstáculos en el trayecto de la meditación, está el consejo del gran Rabino: tararear, cantar, palmear y bailar, en círculos de vuelta y vuelta; como la Osa Mayor ronda sobre la Estrella Polar. Hay allí un regalo divino: la música. Quizás el último Salmo, el 150, lo dice mejor: Aleluya ¡Alaben a Dios en su santuario, (1)Alusivo al movimiento místico judío Hasid: Hasidismo (del hebreo hasidim, 'piadosos'), palabra que, en la antigua historia judía, remitía genéricamente al conjunto de personas piadosas. En algunos pasajes de los Libros de los Macabeos y del Talmud, este término se refiere a aquellos que se distinguían por su lealtad hacia las leyes judías y por sus actos de caridad. También se aplica a un movimiento místico popular fundado en Europa Oriental en el siglo XVIII. Dio énfasis a la relación emocional del individuo con Dios, y es representado actualmente por varios grupos religiosos. [Enciclopedia Encarta en línea 2002] |
Última modificación:
December 03, 2004
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